En nuestra tradición júdeo cristiana la conducta de la sociedad Occidental estaba regida por la ética y la moral. Sinónimos en el lenguaje ordinario, no son un conjunto de normas de obligado cumplimento sino una línea de conducta que nos indica lo que “debe” o “no debe” hacerse en una sociedad determinada.
La ética se basa en el libre albedrío por el que el hombre es capaz de diferenciar lo que está bien de lo que está mal, lo correcto de lo no correcto, atendiendo a su responsabilidad. El comportamiento moral se refiere más bien a las costumbres y a los patrones de comportamiento y de pensamiento de la sociedad en la que vivimos porque determinados actos pueden parecer ilícitos en una sociedad y no en otra.
Con el abandono progresivo de las creencias religiosas desde el inicio de la Modernidad se fue despreciando esa «moral convencional» o «moral burguesa” y se fue sustituyendo por el relativismo, que es la filosofía adoptada por el progresismo dominante.
El relativismo se basa fundamentalmente en la creencia que no hay unos principios universales que obliguen a todas las culturas porque ellas son diferentes y todo es relativo.
El marxismo produjo un cambio cualitativo que consiste en que no es inmoral lo que contribuya a la extensión y aceleración de la revolución.
Posteriormente surgieron las teologías redentoras, como la Teología de la liberación, en las que se mezcla la religión y la política admitiendo incluso la participación guerrillera. Fundamentalmente consiste en que empuñar las armas y hacerse terrorista es lícito si es para defender a los pobres. Es la máxima expresión del relativismo y aquello de que el fin justifica los medios.
La solidaridad que predican los progres no se basa en que sus hijos vivan un poco peor para que otros vivan un poco mejor sino en subir los impuestos a los “ricos” y repartirlos caprichosamente en época preelectoral.
El relativismo se acompaña de un componente hedonista, una de sus manifestaciones es la desaparición de la necesidad de tener hijos que, asociado al desprestigio de la “familia tradicional” con alta tasas de divorcios, imposibilita el relevo generacional. Esta renuncia a la reproducción puede ser entendida como un síntoma de crisis de nuestra civilización y parece ser un fenómeno característico de la fase terminal de muchas civilizaciones.
Sin embargo no todo es negativo. Hay aspectos positivos en la sociedad actual en comparación con la de otras épocas, como la mayor igualdad entre los sexos, mayor vigilancia frente al racismo, creciente toma de conciencia sobre problemas ecológicos, etc.
Enrique Gómez Gonzalvo, 11-05-2022, Referencia 552