Ambos términos son casi sinónimos al menos en un sentido coloquial. Se trata del conjunto de normas que se transmiten de generación en generación en todas sociedades y cuya finalidad es la de mantener la cohesión del grupo, sea la familia, el partido político o la nación.
Moral y ética se basan en el hecho de que el mayor delito en todas las sociedades es hacer daño a otro miembro del grupo, agredirle, mutilarlo, matarlo o privarlo de sus bienes. Por eso muchas normas morales son comunes a casi todas sociedades de todos los tiempos y lugares, de forma que si vas a un país diferente no te preguntarán por tu religión, pero sí hay algunos preceptos casi universales como el no matarás, no robarás, etc., que tendrás que cumplir Son, en definitiva, el código de Hammurabi o los Diez Mandamientos de Moisés.
Pero esas normas no son idénticas en todos los pueblos y además cambian con el tiempo, por lo que pueden ser tema de enfrentamiento entre culturas diferentes como sucede en ocasiones con la cultura cristiana y la islámica.
No habiendo un derecho internacional tampoco se ha podido establecer un tribunal internacional que obligara a todas las sociedades. Lo único que hay actualmente es una serie de reglas, de convenciones, que irán funcionando mientras interese a las grandes potencias.
La primera vez que se intentó, sin resultado el establecimiento de esas normas fue en 1789, durante le Revolución Francesa con la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano.
Tras la Primera Guerra Mundial el presidente Wilson, para conseguir la paz perpetua, impulsó la creación de la Sociedad de Naciones y la instauración de un Tribunal Internacional. Dicho tribunal no funcionó, porque para aplicar las sentencias se precisaba de un poder ejecutivo, que tendría que haber sido un ejército internacional.
Posteriormente se creó la Organización de Naciones Unidas (ONU) que como la anterior es una fantasía ya que las cinco grandes potencias que ganaron la guerra y en la que sigue Rusia como heredera de la Unión Soviética, disponen del derecho de veto y además la mayoría de las naciones en ella representadas, son dictaduras.
Finalmente en 1948 se firmó solemnemente La Declaración Universal de los Derechos Humanos, pero aparte de que no fue suscrita ni por la Unión Soviética ni por los «países satélites», empieza con un artículo que dice: «Todos los hombres nacen iguales.» ¡Eso es falso, de arriba abajo! ¡Todos los hombres no nacen iguales, sino radicalmente diferentes!
En Occidente, hasta el siglo XVIII, la ética había vivido siempre a la sombra de la religión. Era ésta la que imponía sus normas, pero desde el siglo XVIII ha sido la religión la que ha vivido a la sombra de la ética, aunque hay capítulos, como el de la solidaridad, que solo se pueden comprender si se atiende a la fraternidad cristiana.
En el año 1992 se reunieron todas o casi todas las religiones en Chicago, en el llamado Parlamento Mundial de las Religiones Universales y en lo único en que fueron capaces de ponerse de acuerdo fue en los derechos humanos, porque en todo lo demás, fue imposible. Si entraba la palabra «dios», los budistas decían: «nosotros no firmamos, porque no creemos en dioses”, como tampoco firmaban los musulmanes si entraban cuestiones cristológicas fundamentales del cristianismo.
La realidad es que los estados, en el plano internacional, no se mueven por razones éticas sino por intereses. Hoy, como ayer, como siempre, lo que mantiene el orden internacional es la fuerza militar, lo demás es pura retórica. No se gobierna mediante la ética, se gobierna con la política y las naciones débiles, como España, lo que tienen que hacer es buscar alianzas.
Enrique Gómez Gonzalvo 10/05/2022 Referencia 269