TOMA DE DECISIONES SEGÚN LA NEUROLOGÍA

Decía el Dr. Facundo Manes que hace 30.000 años, cuando un antepasado nuestro en la selva veía una sombra, no se ponía a pensar si pertenecía a un oso que le podía matar o era una rama que hacía sombra,  en lugar de pensar buscando la verdad disparaba.

 Tenemos el mismo cerebro que entonces y la toma de decisiones tampoco ha variado. De las dos formas que hay, la racional,  la lógica, la analítica, la que precisa un esfuerzo  mental, es poco frecuente.   La otra,  la automática, la  no consciente, la basada en experiencias previas y en emociones  es   el sistema que más usamos porque lo más  importante  para nuestro  cerebro es la supervivencia.

La intuición y las corazonadas tampoco  son  mecanismos racionales y el que  alguien nos caiga bien o mal tiene que ver sobre todo con los arquetipos que inconscientemente formamos. De manera que el que  toma la mayor parte de  las decisiones no  es el nosotros consciente,  es el inconsciente el que lo hace por nosotros.

Si difícil es tomar decisiones  dictadas por la razón menos frecuente es cambiar de opinión, ni siquiera ante le evidencia,  porque nuestro cerebro no está diseñado para eso. Si tenemos una creencia  y  nos presentan pruebas diciéndonos que estamos equivocados, normalmente  no las aceptamos, pensamos que están cuestionando nuestra identidad y difícilmente cambiaremos.

Si una persona está convencida  que las vacunas producen autismo, la evidencia no cambiará su opinión  y buscará otra persona que piense como él. Si las rivalidades o animadversiones se enconan de manera particular entre parientes, vecinos, colegas, es decir, entre las personas más próximas, es porque  los  factores  emocionales actúan con más intensidad. Lo mismo ocurre con el  enamoramiento, nos podemos casar con quien queramos, pero no elegimos de quien enamorarnos.

Vamos por la vida con nuestros  esquemas mentales aceptando todo lo que coincide con ellos, siendo las experiencias previas, el inconsciente y el contexto lo que más influye en nuestra conducta, pues el análisis racionalista exige un esfuerzo mayor.

 Cuando tenemos  a  un ser humano enfrente, en milisegundos, antes  que el cerebro haya hecho un análisis racional, nos despierta algunas emociones, como  celos, envidia,  admiración, odio, afecto positivo o negativo  y esto influirá en las futuras relaciones.

En consecuencia no somos tan racionales como pensamos y tampoco  tenemos tanta libertad para elegir como creemos.

       Enrique Gómez Gonzalvo  24-03-2022 Referencia 536


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