Desenterrar a Franco es ir contra Indalecio Prieto que en una conferencia en Méjico en mayo de 1942 dijo: me declaro culpable ante mi conciencia, ante el Partido Socialista y ante España entera de mi participación en el movimiento revolucionario de 1934.
Desenterrar a Franco es querer abrir viejas heridas del pasado. Es atacar a la media España del bando nacional que le siguió en la Guerra Civil porque, como dijo Gil Robles, no se resignaba a morir. Es querer que continúe siendo verdad el verso de Antonio Machado «españolito que vienes al mundo te guarde Dios / Una de las dos Españas ha de helarte el corazón».
Es ir contra el espíritu de la transición que se basó en la reconciliación de los dos bandos de la Guerra y contra el referéndum nacional que aprobó de forma masiva la primera Constitución realmente consensuada de nuestra Historia. Es ir contra todo lo que representa el estado de derecho, en el que no se puede promulgar una ley para una persona concreta.
Es ir contra una ley moral, que debe estar por encima de la política y un atropello a nuestra civilización judeocristiana de 2.000 años de antigüedad que dice que a los muertos no se les toca y que la profanación de tumbas, la de Franco o la Pasionaria, es algo horrible, cobarde y tétrico, que ningún gobierno puede realizar.
Es sentar jurisprudencia para que otro gobierno pueda, algún día, desenterrar a La Pasionaria, Carrillo, Indalecio Prieto, Largo Caballero, Rafael Alberti, Luis Companys, Juan Negrín o a Pedro Sánchez.
Comparar el franquismo con los crímenes de Hitler como ha hecho Monedero, el fundador de Podemos, no sólo es un insulto a los seis millones de judíos y al medio millón de gitanos asesinados por los nazis; es una vileza propia de canallas que saben que mienten, de gentuza a la que no le importa banalizar los peores crímenes de la historia para obtener un puñado de votos.
A nadie de la derecha se le ha pasado por la cabeza mover una tumba ni de la Pasionaria, ni de Carrillo ni de Largo Caballero ni de nadie. La exhumación de Franco se ha realizado con la abstención cobarde y miserable del Partido Popular y de Ciudadanos, que no se han atrevido a votar en contra para que no les llamen franquistas y les van a llamar igual.
Si tuviéramos en España una democracia madura, aceptaríamos los monumentos de todos los que forman parte de nuestro pasado porque todos eran españoles
Esta ha sido la gran hazaña política de Pedro Sánchez, sacar a Franco de su fosa 40 años después de su muerte y enterrarlo donde él ha querido, no donde querían sus nietos, porque era necesario humillarlos.
Enrique Gómez Gonzalvo 5/12/2019 Referencia 352
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pronunciadas por Manuel Azaña el 18 de julio de 1938 en el Ayuntamiento de Barcelona antes de partir para el exilio. Ochenta años después, todavía el perdón parece resultar una palabra maldita, el odio se mantiene y hemos vuelto con Pedro Sánchez a la sórdida práctica de los profanadores de tumbas.
Desenterrar a Franco es ir contra Indalecio Prieto que, en una conferencia en Méjico en mayo de 1942 dijo: me declaro culpable ante mi conciencia, ante el Partido Socialista y ante España entera de mi participación en el movimiento revolucionario de 1934.
Desenterrar a Franco es querer abrir viejas heridas del pasado. Es atacar a la media España del bando nacional que le siguió en la Guerra Civil porque, como dijo Gil Robles, no se resignaba a morir. Es querer que continúe siendo verdad el verso de Antonio Machado «españolito que vienes al mundo te guarde Dios / Una de las dos Españas ha de helarte el corazón».
Es ir contra el espíritu de la transición que se basó en la reconciliación de los dos bandos de la Guerra y contra el referéndum nacional que aprobó de forma masiva la primera Constitución realmente consensuada de nuestra Historia. Es ir contra todo lo que representa el estado de derecho, en el que no se puede promulgar una ley para una persona concreta.
Es ir contra una ley moral, que debe estar por encima de la política y un atropello a nuestra civilización judeocristiana de 2.000 años de antigüedad que dice que a los muertos no se les toca y que la profanación de tumbas, la de Franco o la Pasionaria, es algo horrible, cobarde y tétrico, que ningún gobierno puede realizar.
Es sentar jurisprudencia para que otro gobierno pueda, algún día, desenterrar a La Pasionaria, Carrillo, Indalecio Prieto, Largo Caballero, Rafael Alberti, Luis Companys, Juan Negrín o a Pedro Sánchez.
Comparar el franquismo con los crímenes de Hitler como ha hecho Monedero, el fundador de Podemos, no sólo es un insulto a los seis millones de judíos y al medio millón de gitanos asesinados por los nazis; es una vileza propia de canallas que saben que mienten, de gentuza a la que no le importa banalizar los peores crímenes de la historia para obtener un puñado de votos.
A nadie de la derecha se le ha pasado por la cabeza mover una tumba ni de la Pasionaria, ni de Carrillo ni de Largo Caballero ni de nadie. La exhumación de Franco se ha realizado con la abstención cobarde y miserable del Partido Popular y de Ciudadanos, que no se han atrevido a votar en contra para que no les llamen franquistas y les van a llamar igual.
La historia no se puede juzgar, solamente estudiar para sacar conclusiones y evitar cometer los mismos errores. Si tuviéramos en España una democracia madura, aceptaríamos los monumentos de todos los que forman parte de nuestro pasado porque todos eran españoles.
Esta ha sido la gran hazaña política de Pedro Sánchez, sacar a Franco de su fosa 40 años después de su muerte y enterrarlo donde él ha querido, no donde querían sus nietos, porque era necesario humillarlos.
Enrique Gómez Gonzalvo 5/12/2019 Referencia 352
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