La izquierda en el siglo XIX y hasta la llegada de Marx siempre defendió la igualdad de los ciudadanos ante la ley y la abolición de los privilegios. También era partidaria de la solidaridad nacional e internacional y opuesta al nacionalismo.
Posteriormente, los comunistas, en los países que alcanzaron el poder comenzando por la Unión Soviética, con el “si no obedeces te mato”, se volvieron partidarios de la tiranía.
En España, después de la Guerra Civil, se fue imponiendo en la izquierda la idea que el nacionalismo era tan bueno como el socialismo. En Cataluña, traicionando a los más desfavorecidos, se alió con los nacionalistas, sustituyendo la solidaridad y la igualdad por el egoísmo étnico del nacionalismo y cuanto más radical era la izquierda, más nacionalista se volvió.
Las nuevas izquierdas llegadas recientemente de la mano de Pablo Iglesias (Podemos) y de Ada Colau (En Común Podemos), y no digamos la CUP, se han unido todas al bando nacionalista.
No les ha importado que los hijos y nietos de los inmigrantes que llegaron desde diversos puntos de España, fundamentalmente de Andalucía y de Extremadura, pero también de Castilla La Mancha y de Aragón para ganarse la vida honradamente en Cataluña tuvieran que olvidar sus orígenes culturales. Se les ha impedido escolarizar a sus hijos en su lengua materna, como recomienda La UNESCO.
La consecuencia de esta política ha producido en los niños, además del aumento del fracaso escolar, el sentirse avergonzados que sus mayores no hablaran catalán. Esto ha llevado consigo, además de la destrucción de su autoestima, la sensación de ser ciudadanos de segunda.
El responsable de la inmersión lingüística fue Pujol, pero el del cambio en el comportamiento de la izquierda y de la legitimación del nacionalismo fue Vázquez Montalbán, del Comité central del PSUC.
Posteriormente Felipe González, sin principios, sin ética, sin moral, con el apoyo entusiasta del periódico progre El País, entregó el Partido Socialista Obrero Español al pequeño Partido Socialista de Cataluña, al que no votaba casi nadie. Estaba dirigido por los Raventós, los Maragall y ahora por los Iceta, todos ellos representantes de la más rancia burguesía catalana.
El clero catalán, especialmente los obispos y los monjes de Montserrat, que no se si creerán en Dios, se han adherido al nacionalismo rogando a Dios «por el restablecimiento del gobierno catalán». No les ha importado que en Cataluña haya dos clases de niños, los que tienen derecho a escolarizarse en su lengua materna que son los catalano hablantes y los que no tienen derecho que son los castellano hablantes.
Sin la izquierda, los nacionalistas nunca habrían llegado a la situación actual, porque su fuerza es muy limitada.
La alianza de nacionalistas y de la izquierda ha dado como resultado que en Cataluña manden los separatistas y la extrema-extrema izquierda. Todos ellos, amigos de Otegui, de la ETA, de Cuba, de Venezuela y de los comunistas de Podemos.
Enrique Gómez Gonzalvo 15/07/2019 Referencia 294