LA EXISTENCIA DEL MAL

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Adolf Eichman, teniente coronel de las SS nazi fue el responsable directo de la solución final en Polonia y del  transporte  a los campos de concentración alemanes durante la Segunda Guerra Mundial.

El mayor asesino de Europa era un hombre mediocre, pero no tonto porque evidentemente sabía realizar las tareas que se le habían encomendado. Gestionaba la anormalidad más grande que pudo ser pensada, pero no era un genio del mal. Según Hannah Arelen explica en su libro La banalidad del mar, su maldad radicaba en la incapacidad de pensar, juzgar y decidir de forma autónoma, en no dar  indicios de arrepentimiento, simplemente consideraba que había cumplido las tareas que se le habían encomendado. Lo único  que le corroía es que consideraba que tenía méritos suficientes para ascensos que no llegaron.

Lo preocupante, según dicha pensadora, es que cualquier hombre, en determinadas circunstancias puede reaccionar como Eichman y realizar actos tremendamente malvados e inhumanos porque cree que es “su obligación” o “su trabajo”.

Víctor Barrio falleció a los 29 años en la plaza de toros de Teruel al ser corneado por un toro. Un tal Vicente Berenguer escribió en Facebook: “Muere un tal Víctor Barrio de profesión asesino de toros de Teruel. Yo, que soy un ciudadano “muy educado”, hasta el punto de ser maestro, me alegro mucho de su muerte, lo único que lamento es que en  la misma cornada no murieran  los hijos de puta que lo engendraron y toda la parentela. Hoy es un día alegre para la humanidad. Bailaremos sobre su tumba y nos mearemos en las coronas de flores que te pongan  ¡¡cabrón!! Esto que digo lo ratificaré en cualquier lugar o juicio.

El 31 de enero de 2011, Guillermo Zapata, el nuevo concejal podemita del Ayuntamiento de Madrid, decía en twiter: “¿Cómo meterías a cinco millones de judíos en un 600? en el cenicero”.

Estos ejemplos y otros muchos como el mendigo quemado vivo, las víctimas de un francotirador, el piloto que para suicidarse estrelló su avión, son manifestaciones del mismo fenómeno: la existencia del mal en la propia naturaleza humana.

El problema del mal es tan antiguo como la humanidad misma y no tiene explicación satisfactoria.

Para las religiones, el mal, el crimen, la enfermedad, es una decisión divina, no comprensible por los humanos.

Para los ateos, la existencia del mal en el mundo, por ejemplo, que un niño sea violado y asesinado por alguien que ni siquiera conoce, es uno de sus argumentos para negar la existencia de Dios.

Tampoco es cierto que  los creyentes sean mejores que los agnósticos o  ateos, pues muchos de  éstos tienen unos principios morales y una conducta que para si quisieran muchos clérigos o simplemente practicantes.

La izquierda con su buenismo se empeña en que el sr humano es bueno por naturaleza y es la sociedad la culpable de que haya asesinos. La podemita alcaldesa de Madrid, Carmen, dice que al violador hay que mirarle a los ojos y preguntarle por qué lo hace, se le inyecta empatía y no hay que encarcelarlo.

Los psiquíatras tampoco han encontrado  una explicación satisfactoria de los asesinos en serie. Dicen de ellos  que no  son enfermos,  que saben lo que hacen, que  son responsables de sus actos, que no sienten remordimiento por sus actos, que son simplemente  malos porque han nacido así.

Lo cierto es que  una explicación racional no existe, tiene que ser metafísica, es decir, poco racional aceptando  que hay cosas que no sabemos por qué pasan, pero pasan y conformarnos con el hecho de la realidad de su existencia.

Enrique Gómez Gonzalvo, 3/10/2016 (Referencia 171)


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