El gran proyecto de modernización del siglo XIX que fueron las Cortes de Cádiz fracasó al coincidir con la Revolución francesa, que fue seguida de la invasión napoleónica. Los constituyentes de Cádiz, al contrario que los franceses no eran revolucionarios, querían reformas profundas, pero más allá de una minoría radical eran, por así decirlo, hombres de orden. Lo que querían era un sistema que funcionara, estaban más cerca del pragmatismo empírico británico que del racionalismo francés. La idea de que la Constitución de Cádiz era una copia de la francesa fue una invención posterior, una invención de la derecha que quería advertir del peligro jacobino.
Los revolucionarios franceses no se contentaron con abolir los derechos injustos, lo que quedaba del régimen feudal, la propiedad señorial y los títulos de nobleza. Trataron de cambiarlo todo, de replantearlo todo, de cuestionar la existencia de Dios y el sentido mismo de la vida. Pretendieron crear un mundo nuevo, una sociedad diferente, llegar a un punto de no retorno y quemar las naves. Cambiaron hasta los nombres de los meses para que quedara clara la división entre el antes y el después y, una vez puesta en marcha, la Revolución resultó imparable, los aplastó a todos, al marqués de La Fayette, a Dentón, a Marat, a Robespierre, etc.
.Aunque la nación española en sentido histórico, como sociedad claramente diferenciada del resto por motivos étnicos o culturales, existió mucho antes de Cádiz, la nación política surgió en las cortes de Cádiz en 1812. La base de la nueva nación radica en que el sujeto de la soberanía no es el rey sino la nación y los españoles pasaron de súbditos a ciudadanos, iguales ante la ley y dueños de España, en eso radica la soberanía.
La Revolución francesa ya dificultó la labor de los ilustrados como Jovellanos, el Conde Aranda, Floridablanca y demás en los gobiernos de Carlos III e impidió el triunfo del liberalismo al identificar el pueblo lo extranjero con lo antirreligioso. Posteriormente en el curso de la guerra de la Independencia se produjo la división en el pueblo llano en patriotas y afrancesados y, en la clase dirigente entre carlistas y liberales, que terminaron en las guerras carlistas de una crueldad muy superior a la Guerra civil.
Lo peor fue el afrancesamiento de una parte de la clase dirigente que continúa en la actualidad. Es el caso de Fernando Trueba que, al recoger el Premio nacional de cinematografía con un cheque de 30.000 euros de manos del Ministro de Educación, Cultura y Deportes, declaró “Nunca me he sentido español ni cinco minutos de mi vida. Siempre he pensado que en caso de guerra yo iría con el enemigo. ¡Qué pena que Francia no ganara la guerra de Independencia! Me hubiera gustado que ganara Francia”. O sea que en el cuadro de Goya Los fusilamientos de la Moncloa, él está con los que fusilan.
España tuvo que esperar al siglo XX para que se superara el problema agrario, el analfabetismo (en 1998 afectaba a los dos tercios de la población), el militarismo. El crecimiento económico se produjo en la última época del franquismo, desde el año 1959 hasta la crisis del petróleo de 1971, y fue tan intenso que se ha bautizado dicho periodo como el del milagro económico español, con un crecimiento cumulativo anual que llegó hasta del 9 %.
Actualmente España es un país moderno, pero queda pendiente el problema territorial de vascos y catalanes.
Enrique Gómez Gonzalvo, 8-03-2024, Referencia 159