Después Franco ahora han sacado los restos mortales de José Antonio. Él no colaboró, no pudo colaborar en el Alzamiento porque estaba preso en la cárcel Modelo de Alicante. Había sido condenado ilegalmente por el Gobierno de la República sin juicio, o lo que es peor, con una parodia de juicio, porque dijeron que habían encontrado una pistola en el diván de su casa y, lo fusilaron, por odio.
José Antonio era partidario de un golpe militar como la mitad de los españoles porque, como había dicho Gil Robles el líder de oposición, “media España no se resistía a morir”. Los dos partidos democráticos de la derecha, al día siguiente del Alzamiento, lo aprobaron. También los republicanos habían sido partidarios de la sublevación de Jaca el 12 de diciembre de 1930 contra la monarquía de Alfonso XIII, durante la dictablanda del general Berenguer. El Partido Socialista también colaborado con los golpistas de Primo de Rivera, lo que les valió el reconocimiento y agradecimiento del mismo dictador y el nombramiento de Largo Caballero como secretario de Estado. De igual forma la casta política de Cataluña había acompañado con sus fracs a don Miguel a la estación, en su viaje a Madrid para dar el golpe de Estado y que por fin se terminara con la corrupción.
Nadie de la derecha democrática ha salido a protestar por el asalto de una tumba a pesar de que todas las civilizaciones, desde las más simples a las más elaboradas, han respetado a sus muertos. La familia solo consiguió en conversaciones con Pedro Sánchez que llevaran sus restos cadavéricos a un cementerio católico porque quería que lo enterraran en tierra sagrada.
José Antonio era un ídolo del bando nacional, de la media España que aprobó la guerra civil. Era la media España que no cabía en el régimen de aquella República, la media España que le hizo publicar a Ortega y Gasset, después de haber fundado la Asociación al servicio de la República, el famoso artículo “no es esto, no es esto”. Esa media España no protestó por el paseo del cadáver de José Antonio por España en busca de una tumba.
El padre de José Antonio fue dictador, casi por aclamación popular, de 1926 a 1939. Había muerto unos años antes en el exilio porque harto del Rey y de la clase política se había exiliado a París.
El mausoleo del Valle de los Caídos no era para Franco, que había decidido con su esposa que serían enterrados en El Pardo. Al final Juan Carlos I y el presidente Suarez optaron por el valle de los Caídos para dar más boato a la ceremonia y conseguir que el ejército respaldara el paso a la democracia.
Los familiares de los asesinados en Paracuellos no quisieron que los trasladaran al valle de los Caídos y Franco respetó su voluntad, no querían que removieran sus tumbas. Dijeron que en todas partes se cometieron atrocidades, que los dos bandos fueron malos y no querían tener que elegir, preferían pensar en otra cosa. Se calcula que los asesinados no fueron 7.000 sino entre diez y once mil. Entre ellos estaba el padre de Ricardo de la Cierva, cuando él tenía 14 años, y él no lo sabía.
Ramón Tamames, el propuesto como candidato en la reciente moción de censura contra Pedro Sánchez, decía que el falangismo tenía un componente regeneracionista, que José Antonio era un personaje que no había sido bien calibrado por la historia y que en muchos aspectos era un tipo extraordinario.
Enrique Gómez Gonzalvo, 18-05-2023, Referencia 408