En el siglo XII, sin la existencia de documentos, se escribió así el origen del reino de Navarra: después de la invasión musulmana en el año 816, 200 nobles godos que se habían refugiado en el valle del Cinca, en Sobrarbe, redactaron unos fueros y se los hicieron jurar a un descendiente de los nobles visigodos. Este fue Iñigo Artista, el primer rey de Navarra.
Parecida es la descripción que los socialistas hacen a los niños de las causas de la Guerra Civil. La Segunda República era una democracia modélica. De pronto, unos generales fascistas y unos curas carcas se rebelaron contra ella e iniciaron una guerra que duró 3 años y los golpistas se mantuvieron en el poder 40 años.
Lo mismo ocurre con la historia universal que se enseña en Europa. No les dicen a los escolares que la “terrible” Inquisición española en los 350 años que estuvo presente fueron condenadas según los últimos estudios unas 3.000 personas, mientras que en los muy humanitarios y civilizados países protestantes del Norte, unas 50.000 mujeres fueron devoradas por el fuego mientras que en España fueron 50. Ni que la última bruja condenada en Europa no perdió la vida en ese bárbaro país llamado España como sería de esperar, sino en la tolerante, maravillosa, confederal y bucólica Suiza: era una pobre señora llamada Anna Göldi y fue decapitada por los herejes el 18 de junio de 1782, ya en la época de la Ilustración.
Sin embargo, el conocimiento de la historia es fundamental. No se puede entender como funciona la sociedad actual sin entender el Manifiesto comunista y el marxismo o sin saber lo que ha representado el Cristianismo o la Revolución Francesa en la historia del mundo. No se trata de juzgar los acontecimientos históricos porque los hechos históricos no son opinables, pero es necesario conocer el pasado para comprender lo que sucede en el presente y, a la vez, prever el futuro.
La historia se utiliza como instrumento para la legitimación del poder y los relatos históricos para la creación de identidades colectivas. La historia de los orígenes del reino de Navarra que se escribió en el siglo XII, seguramente por orden del rey García Ramírez, legitimó su dinastía al hacerla proceder de la nobleza visigoda y cohesionó a aquellas gentes para luchar y vencer a los musulmanes. Nuestros enemigos falsificaron la historia para terminar con el Imperio español y con la hegemonía de España en el mundo y, a fe que tuvieron éxito.
Enrique Gómez Gonzalvo, 14-05-2023, Referencia 681