La igualdad de todos los seres humanos es imposible porque nacemos muy desiguales, la inteligencia es el más claro ejemplo. La derecha liberal defiende la igualdad ante la ley, que la ley proteja a todos los hombres especialmente a los débiles frente a los abusos de los poderosos y la igualdad de oportunidades, la posibilidad de competir, la libertad de mercado. La izquierda pretende la igualdad de resultados, la igualdad económica, es el discurso igualitario que se basa en la falacia de la suma cero. Piensan que la riqueza de una nación es una especie de tarta, que aunque es producida por unos pocos hay que repartirla. Creen que la riqueza de los ricos es la causa de la pobreza de otras gentes y, por eso, hay repartirla.
La base del igualitarismo no es la caridad, no es la justicia, es la envidia, si mi vecina tiene un coche nuevo yo también puedo tenerlo. Pero la pregunta a la que no tienen respuesta es ¿quién lo ha de pagar? Los logros de los demás, para el envidioso, no son una fuente de inspiración sino un atentado contra su dignidad. Por eso odian más a los que se han hecho ricos que a los que lo son por herencia. A Amancio Ortega, un gran trabajador, si hubiera nacido en un palacio lo odiarían menos.
A los envidiosos, por el contrario, la izquierda los ensalza como personas de elevada moralidad que quieren acabar con la desigualdad, en cambio los que defienden la libertad del ser humano para labrar su propio futuro, son tachados de peligrosos, individualistas e insolidarios.
El envidioso no está orgulloso de serlo, nadie dice que tiene envidia porque se trata de un sentimiento ruin, por eso la esconde bajo el disfraz de virtudes como la solidaridad, la justicia o la lucha contra la desigualdad. Al final, el envidioso se alegra del mal ajeno y se entristece por su éxito y desea su mal aunque él no se beneficie. La sana envidia, que es emulación y aprecio, no es envidia. La envidia es perjudicar a los de arriba aunque no beneficie a los de abajo.
La riqueza solo es injusta si es producto de la la violencia, del robo o del fraude. En los demás casos, si procede del trabajo, del esfuerzo personal, de la iniciativa y de la suerte, la propiedad es un derecho inviolable.
La izquierda dice que la desigualdad en el mundo es cada vez mayor, que los países ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres. Esto no puede ser cuando países muy pobres, como China e India, son los que más crecen. La mejoría es por la tecnología, por la globalización y por la mayor libertad económica que se va abriendo camino en el mundo.
Enrique Gómez Gonzalvo 13-05-2023,Referencia 388