El uso del término solidaridad ha experimentado un ascenso asombroso en los últimos años. Antes solo hablaban de solidaridad los cristianos, aunque ellos le llamaban caridad, ahora ese término lo utilizan políticos, predicadores de distintas religiones, activistas y miembros de ongs, empresarios, sindicalistas, periodistas, profesores, etc.
La solidaridad unas veces se refiere a una época mítica en la que el ser humano constituía una sola sociedad que se fragmentó según los cristianos por el pecado original y, según los seguidores de Marx por la aparición de la propiedad privada que generó las clases sociales. La solidaridad sería como la fuerza que volvería a unir a todos los hombres para formar una sociedad universal en la que reinaría la paz perpetua. También aparece en el proyecto del globalismo universal y ha existido siempre en la idea masónica de fraternidad.
La solidaridad de la que habla la izquierda debería consistir en que tus hijos vivan un poco peor para que los hijos de los demás vivan un poco mejor, pero para los progres solidaridad es que los recortes los paguen los ricos y, los ricos siempre son los demás. Quejarse sobre las desigualdades en nuestra civilización occidental, no es solidaridad, es hipocresía.
Solidaridad ¿con quién? ¿Con los parados que no quieren trabajar? ¿Con los huelguistas que no dejan trabajar al que sí necesita su salario? ¿Con los antisistema que quieren destruir esta sociedad? ¿Con los inmigrantes ilegales, que por definición son delincuentes porque están fuera de la ley? Podrían pedir solidaridad con los empresarios que han perdido su patrimonio o con los que pagan el seguro de desempleo a los que pudiendo trabajar no lo hacen. Como dijo aquel liberado sindical después de una manifestación. Unas cervezas y… ¡a vivir!
Es evidente que el Estado, con el dinero de todos, tiene la obligación de atender las necesidades mínimas de los desafortunados, pero ¿hasta cuando ha de llegar la ayuda del Estado? ¿Hasta el punto que no le compense trabajar?
A base de incrementar una y otra vez las prestaciones sociales ya no basta esquilmar a los ricos sino que se ha hecho necesario saquear a la clase media, que es esa gente que, gracias a su ahorro y a su esfuerzo, logró salir del proletariado. Ellos no entienden que tengan que ayudar a satisfacer necesidades que a ellos nadie les cubrió.
Lo malo de esta política que busca la máxima igualdad, que ellos llaman solidaridad, no es que sea de izquierdas, es que es equivocada. Está empíricamente demostrado que ninguna nación ha prosperado a base de subsidios y ayudas. Entonces, ¿por qué la abraza también la derecha si sabe que no es eficaz? Porque no quieren que le digan que no es solidaria y, la derecha, también quiere ser buena. A los que decimos estas cosas se nos califica de insolidarios y de extrema derecha.
Pablo iglesias, 4 días en la política y ya tiene un casoplón. Esta es la solidaridad de los progres.
Enrique Gómez Gonzalvo, 7-05-2023, Referencia 226