EUROPA, HISTORIA DE UNA HEGEMONÍA

                                   

En el siglo XIV, con el humanismo renacentista, Italia era una potencia cultural extraordinaria.  Siguiendo el ejemplo de la antigua Grecia despreciaba a los pueblos extranjeros, especialmente a los del norte a los que llamaba bárbaros y también a los   españoles a los que llamaban godos porque también se habían barbarizado. Ellos se consideraban superiores porque decían ser los hijos más directos de Roma.

En el siglo XV los humanistas alemanes pensaron que los superiores eran ellos y cambiaron el nombre del Sacro Imperio por el de Sacro Imperio de las Naciones Germánicas. La nueva religión que surgió con Lutero, en el siglo XVI, que no era más que una herejía, rompió  la Cristiandad seguramente para siempre. La gran diferencia no se debió a cambios en el dogma, que eran escasos, sino al hecho que esa religión  era nacionalista.

La cristiandad   era trasnacional, la misma Iglesia en España,  en Francia, en el Reino Unido y en el principado de Sajonia. Los curas no eran pagados por el poder político o por el rey sino que dependían de una institución económicamente muy potente, el Vaticano,  que era capaz de atender las necesidades económicas de su clerecía.  En cambio, en las nuevas religiones el Príncipe del territorio se convertía en el jefe supremo de su Iglesia que,  al ser sufragada por el político local, se producía el fortalecimiento del poder político y viceversa  de forma que ambos salían beneficiados.

 La religión es una tecnología poderosísima para ligar los seres humanos. Compartir los mismos principios religiosos crea unos lazos mucho más intensos que cualquier otro tipo de vínculo porque esto influye en la forma de entender la vida, en la visión del mundo y en los principios morales. La legitimidad al poderoso que  ahora lo da la nación, en aquella época lo daba la religión, así, el protestantismo  legitimó la rebelión del Príncipe  de Orange  contra Felipe II y dio la  legitimidad a la reina Isabel de Inglaterra que consistía  en que el matrimonio de Enrique VIII con Ana Bolena hubiera sido lícito.

El hecho es que la nueva religión se afianzó y la última etapa de la hegemonía de Occidente la gestionaron el protestantismo y el mundo anglosajón y, si el protestantismo era muy bueno, la Iglesia católica era la ramera de  Babilonia y Felipe II el Demonio del mediodía.

 La supremacía de  Europa  terminó con las dos guerras mundiales. Ahora, con un sentimiento de culpa y de desprecio a si misma, a su propia cultura y a su historia, se refugia en el buenismo. Es cierto que    inventó la filosofía,  creó el Renacimiento y los grandes movimientos culturales y ha sido la locomotora de la humanidad, pero también es donde   se han producido   las mayores atrocidades de la historia con el comunismo y el fascismo  que la han ensangrentado en cruentas guerras civiles. El profesor Gustavo Bueno decía que el protestantismo nos   llevó al nazismo y a los campos de concentración.

       Enrique Gómez Gonzalvo,  27-04-2023, Referencia 675


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