Constitucionalmente España no es un estado laico. La Carta magna deja claro que «ninguna confesión tendrá carácter estatal», pero también que «los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones».
En Europa desde la Ilustración, por una supuesta modernidad malentendida, se intentó erradicar el hecho religioso no ya de cualquier expresión pública sino de cualquier expresión en público. Posteriormente, en España, como en toda Europa, en los años 70 del siglo pasado se produjo el abandono masivo de la práctica religiosa, sin embargo las religiones no desaparecerán.
El hombre, aunque sabe que es un ser finito en lo biológico, la búsqueda de la trascendencia es una necesidad natural del ser humano para intentar dejar un legado o una huella en la tierra.
Muchos que han perdido la fe sienten la nostalgia de la religión lo que indica una insatisfacción o una frustración, expresión de la carencia de un modelo alternativo. Es lo que explica la gran asistencia a las procesiones y a determinadas celebraciones litúrgicas porque necesitan el olor de lo sagrado, un poco de liturgia. Por eso, estas tradiciones no sólo merecen respeto como manifestaciones religiosas, también son hechos culturales de gran relevancia y, hay que decirlo, en no pocos casos atractivos turísticos de alcance mundial.
El vacío por el abandono de la religión se ha intentado llenar con el relativismo, con la ideología progresista, el ecologismo, el animalismo, etc. El relativismo nos sitúa en una posición de rebeldía que nos impulsa a negar toda creencia, principio o dogma, ya sea de carácter religioso, político o social y que señala como bueno aquello que nos parece bueno. Los progresistas, presos de su infantilismo, piensan que todos los males de la humanidad vienen de la Edad Media, es decir, del Cristianismo. Además si la vida carece de sentido, si no hay principios morales y todo está permitido se pude llegar al nazismo y a los campos de concentración.
Los comunistas y socialistas desprecian a la Iglesia católica, “¿cuántas divisiones tiene el Vaticano? preguntó burlonamente Stalin,” existe la sensación que el laicismo no termina de implantarse, que la sociedad necesita creer en algo, que el catolicismo está muy arraigado en nuestra sociedad, en nuestras vidas, en nuestras calles y sobrevivirá, al menos durante mucho tiempo.
Enrique Gómez Gonzalvo, 22-04-2023, referencia 244
.