España existe desde tiempo inmemorial. Primero fue un concepto geográfico, pero ya en tiempos de los romanos tenía cierta identidad política como provincia romana. Más tarde sería reino independiente con los visigodos, conjunto de reinos cristianos tras la invasión árabe, reunificada nuevamente con los Reyes Católicos en 1492, Monarquía católica o Monarquía hispánica con los Austrias y los Borbones. Finalmente, como nación según la acepción moderna, nació en 1812. Fue entonces cuando el pueblo español reunido en las Cortes de Cádiz, se declaró portador de la soberanía nacional, dueño de su destino y redactó la Constitución o ley suprema por la que debería regirse en el futuro.
Aquello fue algo revolucionario. Si antes lo fundamental, lo que unía a los españoles era la lealtad al Rey y la religión católica, en el futuro sería el sentimiento de pertenecer a una comunidad que era la dueña del territorio que habitaba, con lazos de solidaridad entre sus miembros y teniendo un mecanismo de decisión, una ley suprema aceptada por la mayoría. El sentimiento de pertenencia a la comunidad había que crearlo. Como dijo Giuseppe Mazzini, después de la reunificación de Italia: “hemos creado Italia ahora tenemos que crear los italianos”. Los principales instrumentos serían la escuela, el servicio miliar obligatorio y la red de comunicaciones.
Para crear ese sentimiento se debería empezar por la escuela. A los niños, cuando ya tienen uso de razón, se les debería hablar sobre su identidad personal, quien es, como se llama, quienes son sus padres, etc. e inculcarles el sentimiento de que todos pertenecemos a una colectividad que es maravillosa, con la misma bandera, el mismo escudo y que tuvo unos héroes que realizaron grandes hazañas. Decirles que los niños de otros países también tienen su bandera, su escudo, su historia y también son buenos. A los 14 ó 16 años se les podrá explicar que las cosas no son tan sencillas.
España, tenía pocas escuelas que además dependían de la Iglesia y no les decían eso de que todos eran españoles sino cristianos. No les enseñaban historia de España sino historia sagrada. Las escuelas públicas estaban financiadas por los Ayuntamientos, pero éstos no cumplían las leyes de Madrid, lo más importante para los alcaldes era conseguir los votos para el gobernador en las próximas elecciones. El gran cambio en la enseñanza se inició a finales de siglo XIX y lo hicieron tanto la derecha como la izquierda, la dictadura de Primero de Rivera, la República y la dictadura del general Franco que, por fin, terminó con el analfabetismo.
El servicio militar, que era muy importante para cohesionar a todos los españoles de las diversas regiones, aunque es verdad que era obligatorio, estaba lleno de excepciones y en la práctica solo iban los campesinos. Se libraban con mecanismos legales, pagando una cantidad en metálico o por procedimientos ilegales, como mandando a otro en su lugar.
Era necesaria una prensa que llevara las mismas noticias e interpretadas de la misma forma a todos los rincones del país, pero en 1898, los analfabetos representaban el 70 % de la población y las comunicaciones muy deficientes.
Pasar del absolutismo al régimen constitucional y, a un régimen democrático con la alternancia en el poder sin violencia, no fue fácil no solamente en España sino en todas partes. La historia de España en esa época parece la alternancia de tejer y destejer: se van consiguiendo avances que van seguidos luego de retrocesos. Es un zigzag hasta por lo menos 1978, en que se aprobó la actual Constitución, pero esos zigzags no fueron esencialmente distintos de lo que estaba pasando en el resto de Europa.
El nacionalismo es malo, pero la conciencia nacional, el hecho de pertenencia a una nación no hay que confundir con el nacionalismo.
Enrique Gómez Gonzalvo, 28-03-2023, Referencia 664