En el siglo XVIII se creía como verdad científica que los caracteres nacionales dependían del clima. Se decía que los pueblos del norte de Europa, como allí hace frío y la gente tiene que moverse mucho, al ser más activos eran excelentes guerreros y allí surgió el capitalismo. En los pueblos del sur, donde la gente permanece debajo de una palmera pensando, surgieron las religiones y los sistemas filosóficos mientras consideraban bárbaros a los del norte.
En el siglo XIX todos creían, incluso Tocqueville y Marx, que cada pueblo tenía su forma de ser, que los alemanes eran distintos a los franceses y los franceses a los italianos, que las naciones existían y que eran el centro de todo, así se hablaba de la tristeza del alma rusa. Era la época del romanticismo con la primacía de la intuición y de la estética por encima de la razón y la interpretación de la realidad a través de los sentimientos.
Para los románticos europeos el estereotipo colectivo español había cambiado. Los españoles ya no eran tan violentos, salvajes, temibles y codiciosos como se les clasificó en el Siglo de oro. Ahora España era el país de la sinceridad, de la espiritualidad, de los sentimientos a flor de piel frente a los países nórdicos que eran los más civilizados y más cultos de Europa.
Aún en el siglo XX, para Ortega Europa se dividía en dos realidades culturales. La del norte, germánica y anglosajona, masculina, vertebrada, sólida, que llevaba a realidades concretas y productivas. La Europa del sur, representada por Italia y España era sensual, femenina, invertebrada, dinámica, caótica, poco inteligente, confusa, carente de la claridad germánica. En ella dominaban los sentidos sobre el intelecto, lo que le llevaba a grandes creaciones literarias.
Todo es mentira. El individuo no tiene unas características propias por pertenecer a un grupo o haber nacido en un determinado territorio. La identidad nacional existe, pero es escasa y de origen cultural. Los pueblos pueden tener algunos valores creencias, costumbres diferentes según las diversas gentes que han ido ocupando un territorio y los acontecimientos que han tenido a lo largo de la historia. A España vinieron iberos, celtas, cartagineses, romanos, árabes y, actualmente, inmigrantes de varias partes del mundo. Así se forjaron todas las naciones.
España es Séneca, es San Isidoro de Sevilla, Azorín y Sánchez Mejías. Es la batalla de Guadalete, la Reconquista, la Guerra Civil. Es la Segunda República, la quema de conventos y el mestizaje de la hispanidad. Es la herencia de nuestros antepasados y la que tenemos que dejar a nuestros hijos. Sus símbolos son la bandera, el escudo y el himno nacional.
Un país tiene que admitir todo su pasado, no se puede quedar solo con lo bueno. Una familia ha podido tener un bisabuelo que fue un sinvergüenza pero, no por eso ha de renegar de él. Uno es responsable de sus actos, pero no de la conducta de sus hijos y menos de la de sus antepasados.
Enrique Gómez Gonzalvo, 16-03-2023, Referencia 661