EL laicismo consiste en la separación de la Iglesia y del Estado, que beneficia a ambos, especialmente a la Iglesia. No es irreligiosidad sino la no beligerancia ante el hecho religioso..
El Estado laico es compatible con la libertad religiosa, con el derecho de los ciudadanos a tener sus propias creencias y a poder manifestarlas en público y en privado, de forma que ninguna religión pueda ser perseguida. A título particular todos pueden manifestar su alergia a las religiones, pero la Constitución exige a las autoridades que respeten la libertad de todas, pero que tengan en cuenta «las creencias mayoritarias» de los españoles y hace especial mención a la Iglesia Católica.
Con la excusa del laicismo, el Estado no puede prohibir a los obispos que expongan sus opiniones a los fieles en temas como la eutanasia, el aborto y demás, que si se lo permite a los laicos. No puede prohibir las subvenciones para la enseñanza o para las labores de beneficencia, que sí puedan recibir organizaciones que no tienen carácter religioso, como es el caso de las ONGs. No puede tratar de erradicar cualquier manifestación pública de la fe católica.
Todos proyectos totalitarios del siglo XX, el comunismo, el fascismo y el intento de implantar una república comunista en la España del 36, han tenido como primer objetivo terminar con la libertad religiosa.
Para el Gobierno socialista actual y sus socios comunistas, laicismo es el odio exacerbado a la Iglesia y especialmente al catolicismo. Tratan de erradicar cualquier manifestación pública de la fe católica y son frecuentes los ataques a la religión, que siempre es la católica. Ya no hablan de un «estado laico», sino de una «sociedad laica», en la que la Iglesia no pueda lanzar sus mensajes que vayan más allá del ámbito privado. En cambio, por algún motivo inexplicable, la izquierda española simpatiza con el fundamentalismo islámico y con cualquier teocracia que, como la de Arabia Saudí, no sea cristiana.
En el caso de la iglesia catalana, al aliarse con el nacionalismo catalán ha dejado de ser católica para convertirse en una iglesia reformista. El prototipo actual de cura catalán es un varón entrado en años, heterodoxo en materia espiritual, partidario de la ordenación de las mujeres, contrario al celibato, liberal en materia sexual y, sobre todo, fanático nacionalista.
Los separatistas desearían una “iglesia catalana”, un catolicismo adaptado al nacionalismo catalán y cuya Roma estaría en las montañas de Montserrat. Lo que no piensan es que en una Cataluña independiente no sería necesaria una iglesia nacional puesto que para entonces puede que no haya católicos que la formen, ya que es la comunidad donde menos gente se declara creyente.
Enrique Gómez Gonzalvo, 12-03-2023, Referencia 361