La idea de la felicidad es muy tardía. Gustavo Bueno decía que no se imaginaba al homo de Atapuerca hablando de la felicidad. Fue en el siglo XVIII con la Ilustración cuando, al no tenerse en cuenta el cielo y el infierno, se piensa que si no existe la felicidad eterna hay que aprovechar esta vida y ser felices.
En la Constitución de los Estados Unidos la felicidad es un derecho y un deber de todos los ciudadanos conseguirla. Y en Europa junto con la igualdad, la fraternidad, la libertad y la solidaridad son la base ideológica del llamado estado de bienestar. Incluso el proyecto comunista no es de libertad sino de felicidad. Quitar las propiedades a los ricos y repartirlas traería la felicidad a todos los hombres.
Nunca se ha hablado tanto de la felicidad como en la sociedad actual y en todas las clases sociales se la considera como un ideal que hay que conseguir. Los libros vendidos, dentro del género de autoayuda, y los artículos en internet se cuentan por millares. “Cómo ser feliz cuando todo va mal’, ‘entrena tu cerebro para ser más optimista”, ‘ser más feliz en 13 pasos’. «si deseas cosas buenas estas ocurrirán». Parece que ser feliz es una obligación social.
Estos mensajes, más allá de lo absurdo, son terriblemente crueles, pues esta obsesión suele ir unida a la sensación de sentirnos culpables si no lo logramos. Si te pasa una desgracia es porque no has deseado de la forma adecuada que te pasen cosas buenas, luego es culpa tuya.
Sin embargo, el cerebro no ha sido diseñado por la evolución para que seamos felices sino para la supervivencia de nuestros genes, del individuo y de la especie y, a fe que lo ha conseguido.
Freud al final de su vida se desengañó de la posibilidad de ser feliz y pensó que la felicidad no existe, solo se puede buscar una aproximación y pensó que en nuestra propia naturaleza está la insatisfacción.
Lo normal en la vida es la desgracia y el dolor y, el hombre, además del dolor físico como todos los seres vivos tiene el dolor moral, el sufrimiento.
La época menos feliz del ser humano, según los sociólogos, es la adolescencia cuando no son ni niños ni hombres. La época más feliz es el adulto joven, alrededor de los 21 años. Después suele haber un bache por problemas familiares, laborales, económico y de todo tipo y a partir de los 60 viene una buena época.
Los neurocientíficos dicen que los circuitos de recompensan se activan cuando hacemos el bien, por esto las personas altruistas son más felices que las que disfrutan haciendo el mal.
Resumiendo la felicidad no es el dinero, no es la fama, no es el poder. Lo que da felicidad es tener contactos humanos, relacionarse con los demás y practicar el bien.
Enrique Gómez Gonzalvo Terminado 26-02-2023, Referencia 657