LOS  LÍMITES DEL CRECIMIENTO

                                      

Los enemigos del capitalismo que dicen que como  el planeta tiene «recursos limitados no podemos crecer indefinidamente» no tienen en cuenta   que hay un recurso  que no tiene límites: el ingenio humano y, como se ha demostrado en los últimos doscientos años, es precisamente la creatividad lo que mejor se desarrolla en un sistema de libre mercado.

 En 1970 el estudio sobre los «límites del crecimiento», que elaboró el Club de Roma, generó mucho revuelo. El informe  advertía del próximo agotamiento de las materias primas.  Según sus predicciones no solo el petróleo, el gas natural, el cobre, el plomo, el aluminio o el tungsteno, no se deberían encontrar hoy en la Tierra. La plata, por ejemplo  debería haberse  agotado en 1985 y, en cambio, las reservas actuales superan las 560.000 toneladas. El consumo total de acero, cobre, fertilizantes, madera o papel, que anteriormente siempre había aumentado a la par con el crecimiento económico, ha tocado techo y tiende claramente hacia abajo desde hace años debido a las nuevas tecnologías.

Las materias primas que posee cada país tienen cada vez menos influencia en su crecimiento. Las 3 naciones  con mayor renta en materias primas (Congo, Mongolia  y Libia) no son precisamente las más avanzados.

La historia del Japón es muy ilustrativa.  De los 82 recursos que ha de tener un país para ser una potencia económica Méjico tiene 78 y Japón solo 2. Aquella sociedad de 1854 casi feudal con gente laboriosa, disciplinada, heroica,  humillada  cuando una flota inglesa obligó a cañonazos a abrir sus puertos al comercio internacional, prometió que aquello no se repetiría. Procedieron a captar la tecnología de Occidente para hacerse fuertes como ellos y, tras  la revolución de Mejí  de 1868 realizada desde arriba para su industrialización,  Japón se convirtió en una potencia económica.

Para el desarrollo tan importante o más que la tecnología y los recursos materiales son la seguridad jurídica del derecho de propiedad, la calidad y transparencia de las instituciones, la ética en los negocios, el que no haya impunidad con los poderosos y el buen funcionamiento de la justicia (en los países subdesarrollados menos del 1 % de los casos criminales se aclaran).

¿Será por eso  que las normas morales más elementales para la convivencia, como el no matarás, o para el derecho de propiedad, como el no robarás, aparecieran tan tempranamente en el curso de la evolución?

La edad de Piedra  terminó, pero no porque se acabaran las piedras, sino porque fueron sustituidas por otras armas  más eficaces. Y lo mismo pasará con el petróleo.

           Enrique Gómez Gonzalvo, 5-02-2023 Referencia 646


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