EL ANIMALISMO

El  animalismo es  el movimiento sentimental que se compadece de los animales y los convierte  en víctimas potenciales del hombre.  Dicho con otras palabras es el amor excesivo a los animales y  considerarlos casi humanos, lo que  es un asunto bastante estúpido.

                                       

 La sociedad humana se ha ido fraguando en combate contra las bestias: los animales eran adversarios que nos disputaban la comida y el territorio, incluso  nos elegían como presas. Algunos antropólogos han apuntado  que pudo haber una vez un gran felino prehistórico que se alimentara de homínidos y contra el cual éstos se asociaron por primera vez. En cualquier caso, la batalla ha terminado y los animales han sido derrotados definitivamente.

Los animales, en general,  no son una amenaza ni rivales dignos de consideración, por lo que todos –incluso los más fieros, el tiburón blanco, el tigre de Bengala o la cobra- se han convertido en pobres animalitos. Merecen nuestra compasión como víctimas ya que los hemos vencido. Fue  Gautama Buda,  el que  por primera vez señaló que tenemos una responsabilidad con los ellos  porque somos los más poderosos.

  El maltrato animal es condenable,  no por razones morales sino racionales, pero pretender homologar éticamente a los animales con los humanos y dotarlos de derechos,  resulta excesivo.

En cuanto a los toros ocurre como con el ecologismo, que son pulsiones muy fuertes en la sociedad occidental. Además está el factor político, evidentemente en cualquier lugar donde exista  la “anti-España” surgirá el intento de abolir los toros porque son una cosa muy identificada culturalmente con España.   Aunque a muchos, especialmente a los jóvenes,   no les guste, el mundo del toro forma parte de nuestras tradiciones, de nuestra cultura y de nuestra  economía  y así lo entendieron personajes tan diversos como Picasso y García Lorca.

 Los antropólogos, a las corridas de toros con muerte le han dado un origen mágico-religioso,  una especie de sacrifico ritual, que por supuesto no se puede verificar.

 Es verdad que todos los seres vivos padecen dolor y sin duda los seres humanos somos más capaces de sufrimiento que ningún otro por tener imaginación y memoria. Nuestra existencia es fundamentalmente dolorosa y el dolor es uno de los precios que pagamos por la vida. El hombre ha criado –que casi equivale a decir “creado”- las especies que nos alimentan, nos visten, nos prestan su fuerza o participan en nuestros ritos.  Adecuarlos a la función para la que fueron “creados”, en el caso de toro de lidia el combate bravo en la plaza, no es maltrato.

En cuanto a los animales de compañía,  pensadores progresistas de la España actual  afirman que las mascotas son miembros de la familia. Efectivamente, las mascotas son parte de la familia en cierto sentido, y lo llevan siendo durante toda la historia, pero  no están en pie de igualdad con los hijos o los padres sino al mismo nivel que otras propiedades familiares, aunque las relaciones que se mantengan con ellos no sean las mismas que se mantienen con una mesa o una puerta del hogar. En todo caso la tenencia de perritos o gatitos a los que poner lacitos,  llevarlos  a la peluquería o al veterinario cada vez que estornudan y prodigarles cuidados como si fuesen bebés,   no es más  que una muestra patética del infantilismo de nuestra sociedad.

Por lo que se refiere a la ley de protección animal es bastante necio  que el lobo  que  se come a las ovejas, esté prohibido matarlo.

Enrique Gómez Gonzalvo, 24-01-2023, Referencia 222

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