En 1975, el año del fallecimiento del general Franco, España había dejado de ser un país subdesarrollado y la renta per cápita había alcanzado el 91 % de la renta media de los países de la Unión Europea. La población agrícola, si en 1940 era el 50 %, se había reducido hasta el 28 %.
Las libertades estaban muy limitadas. No existía el derecho de asociación ni había libertad de expresión ni de manifestación. Los derechos de la mujer estaban restringidos y no estaban legalizados ni el divorcio ni el aborto. Había la sensación que era mejor no meterse en política, que era preferible obedecer porque el país pertenecía a los que mandaban y para prosperar debías no enfrentarte al poder porque si lo hacías te convertías en paria.
La sociedad ya era muy igualitaria, no en balde la clase media representaba el 70 % de la población. En la forma de vivir no había grandes diferencias entre los ricos y la mayoría de la población. Casi todos consumían los mismos alimentos, tenían una sanidad parecida, tomaban los mismos medicamentos y la esperanza de vida era análoga. Esto no había sucedido nunca.
La enseñanza era muy diferente a la actual. Primaba la cultura del esfuerzo y de la superación sobre la igualdad, que sería el objetivo de los socialistas cuando alcanzaron el poder, lo que ha vuelto a la juventud como dicen ellos más “pasota”. El tuteo con los profesores era inexistente, fue más tarde, durante la transición cuando muchos profesores imbuidos por el progresismo de moda no solo tuteaban ellos a los alumnos sino que lo exigían para ellos. Así dejaron de ser maestros para convertirse en compañeros. El “usted”, muchos lo consideraban un convencionalismo burgués poco compatible con la democracia. Imitaban, en cierto modo, a los bolcheviques rusos que hablaban de compañeros y decían “salud” en lugar de “buenos días” y a los falangistas españoles que hablaban de camaradas.
Los profesores de universidad tenían gran prestigio que perdieron con esa ampliación tan desmesurada en el número de alumnos y de universidades, prácticamente a todas capitales de provincia.
Había gran austeridad en la Administración del Estado. Ochocientos mil funcionarios frente a los dos millones y medio en la actualidad además de un millón en los puestos más diversos que no han entrado por oposición. .
En aquella sociedad predominaban los principios conservadores y la mayoría creía en la propiedad, en el imperio de la ley y en los valores tan anclados en nuestra tradición como la solidaridad, la familia, ser una persona “honrada y trabajadora” que quiere prosperar y asegurar el futuro de sus hijos.
España, con todos los defectos de la Dictadura, era un buen lugar para vivir si no se oponían al Régimen.
Enrique Gómez Gonzalvo, 15-01-2023, Referencia 199