Los genetistas y los neurobiólogos están cambiando mucho la concepción que tenemos de nosotros mismos. Antes se creía que la forma de ser de las personas, su carácter, su temperamento y muchas cosas más dependían fundamentalmente de la familia, de la escuela, de la educación. Por ello algunos pensaban que, controlando la educación, se conseguiría ese hombre nuevo que predicaba primero el cristianismo y después los filósofos de la Ilustración.
El profesor Tobeña nos dice ahora que esto no es así. Es cierto que nuestra mente al nacer con sus 100.000 millones de neuronas y los miles de conexiones de cada una de ellas es como una sábana en blanco, pero todo está escrito ya en él. Nuestro ADN y nuestros genes, además de ser los responsables de los rasgos físicos y fisiológicos y de las posibilidades de sufrir algunas enfermedades, son determinantes en la formación de nuestra personalidad y su influencia va desde la persona de la que nos enamoramos hasta del voto que depositamos en las urnas. En resumen, que las conductas culturales transmitidas socialmente son escasas en relación a las transmitidas genéticamente, que venimos así de fábrica.
El genetista australiano Nicholas Martín, tras el estudio de miles de gemelos nos dijo que la carga hereditaria tiene relevancia para influir en el posicionamiento ideológico ante temas como el aborto, el pacifismo, la pena de muerte o la inmigración ilegal entre otros.
También creíamos que había en nuestro cerebro una “entidad”, llamada espíritu, alma que gobernaba las decisiones conscientes del cerebro. Pues bien, de la existencia de esa parte espiritual, análoga a los espíritus, ángeles, demonios o dioses, pero que nadie ha visto, los neurocientíficos no han encontrado ningún indicio en nuestra mente.
Si no somos totalmente libres tampoco tenemos tanta responsabilidad. Ocurre como con la homosexualidad. Cuando era considerada un vicio, era susceptible de castigo y cuando se consideraba una enfermedad, se pensaba en la curación. En los últimos tiempos, aunque aún no en todos los países, se acepta que algunos hombres nacen con determinadas “inclinaciones”, por lo que no elegimos nuestra conducta sexual y no puede haber vicio ni maldad en lo que nos impone la naturaleza. Tampoco se podría conseguir el cambio en esa “orientación” modificando los genes, pues ni los rasgos simples ni los complejos dependen de un solo gen.
En resumen, tomamos las decisiones libremente, pero no sabemos qué parte del cerebro las toma ¿el inconsciente?, ¿el llamado cerebro emocional?
Enrique Gómez Gonzalvo 10-01-2023 Referencia 214
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