Los detractores de la eutanasia afirman que alternativa son los cuidados paliativos y que el respeto a la vida humana, característica de la cultura católica, es compatible con conseguir una muerte digna, sin dolor, mediante los cuidados médicos. Dicen que la medicina está en condiciones de evitar morir en medio de grandes dolores y que todo el mundo está de acuerdo en evitar el encarnizamiento terapéutico.
Los partidarios de la eutanasia afirman que la eutanasia es la máxima expresión de la libertad y de la autonomía de la persona: uno elige el momento de la muerte y como morir.
El Gobierno de Pedro Sánchez, que la ha legalizado, dice que el 80 % de la población española está a favor. La verdad es que es difícil no estarlo con una “buena muerte” que es lo que significa ese vocablo que viene de la antigua Grecia. El que esto escribe no puede estar de acuerdo con estos datos porque, en su larga vida profesional, pocos enfermos le pidieron “les diera algo” para terminar con su vida y multitud los que le dijeron que querían morir sin dolor. La realidad es que pacientes con cáncer avanzado o con una enfermedad degenerativa, quieren vivir e incluso participar en ensayos clínicos con nuevos medicamentos.
La gente no sabe, en su mayoría, qué es la eutanasia. Sánchez les debería haber preguntado si prefieren ese “bien morir” con cuidados paliativos administrados por un equipo especializado o con métodos que a todos nos recuerdan las cámaras de gas del nazismo.
La eutanasia actualmente solo está admitida en Bélgica y Holanda. La experiencia de estos países no es buena. Los que solicitan esos servicios no suelen ser personas con clara y fuerte voluntad en pleno uso uso de sus facultades que van a ejercer ese derecho con plena independencia y autonomía. Son más bien personas gravemente enfermas, ancianas, deprimidas, altamente dependientes, vulnerables e influenciables que casi no saben lo que significa eutanasia. Es muy fácil ejercer una presión sobre estos enfermos, que al final se sienten un estorbo y no aceptar “la muerte digna” les puede parecer insolidario. Para la sociedad, la eutanasia es el tratamiento más barato y el gasto sanitario en el último año de nuestra vida representa el 75 % del gasto sanitario total.
Aprobarla o no, como ocurre con el aborto, es una cuestión de conciencia, pero desde el punto de vista liberal es difícil no aceptarla en determinados casos. Lo fundamental son las normas que deben regular su aplicación. Se precisa que la ley tenga garantías muy estrictas y, para que no sea un coladero entre el médico y la familia, debe contar siempre con la garantía de un juez.
La diferencia con la sedación paliativa es que, en este caso, la muerte se produce por su proceso patológico no porque se le hayan dado dosis letales de algún medicamento para acabar con su vida
Enrique Gómez Gonzalvo 8-01-2023 Referencia 663