Los primeros que admitieron que los hombres somos iguales en la naturaleza fueron los romanos, aunque admitieron que hubiera hombres libres y esclavos. En el siglo XVII apareció por primera vez la idea que todos los hombres debemos ser iguales ante la ley: las mismas sanciones ante los mismos delitos. En el siglo XVIII con la Revolución Francesa se pensó que todos los hombres deberían ser iguales en los resultados.
Es cierto que a todo el mundo le da pena un niño pidiendo limosna y todos estamos de acuerdo en suprimir el sufrimiento humano, pero la igualdad económica solo se puede conseguir desde abajo, es decir, haciendo pobres a todo el mundo. Así Cuba es el país más igualitario del continente americano y es también el más pobre, después de Haití. Y aún así, tampoco se puede conseguir la igualdad total porque la inteligencia, la belleza, la sabiduría también son riqueza.
Pobreza y desigualdad suelen coexistir en los países subdesarrollados y no porque la pobreza produzca desigualdad o viceversa sino porque, según nos enseña la experiencia, a medida que se desarrolla la economía de un país surge una amplia clase media y la pobreza disminuye.
La igualdad no es un bien en sí mismo, lo importante no es que todos sean iguales sino que no haya pobres. Los personas, más que vivir en un mundo igualitario lo que pretenden es elevar su nivel de vida. No buscan la igualdad, no ser tan rico como el vecino, sino mejorar su posición, sus ingresos. No quieren ser iguales, quieren mejorar.
Solo los envidiosos quieren la igualdad absoluta, pero como se trata de un sentimiento ruin no hablan de repartir, sino de solidaridad. Así se les ensalza como personas de elevada moralidad que quieren acabar con la desigualdad, en cambio los que defienden la libertad del ser humano para labrar su propio futuro, son tachados de peligrosos individualistas e insolidarios.
Tambien hablan de igualdad los políticos inmorales, que, aunque no crean en la igualdad, la repiten machaconamente para captar el voto de los que quieren que los ricos desaparezcan.
Si la política que busca la máxima igualdad es equivocada ¿por qué la abraza también la derecha? Porque la derecha quiere ser tan buena como la izquierda y, para serlo, tiene que dejar de defender que cada cual pueda llegar hasta donde su esfuerzo, su valía personal y su suerte se lo permitan.
Es cierto que cuando un país progresa, como ha ocurrido en China e India, aumentan los multimillonarios, pero mejora la situación de los pobres. Desde el inicio de la globalización se ha producido una mejoría en los países subdesarrollados y una disminución de la renta de la clase media baja de los países ricos. Lo que no ha habido nunca ha sido un aumento del bienestar social cuando se ha concentrado toda la riqueza del país en manos del Estado.
Lo que se ha demostrado es que quitar el dinero a los ricos y repartirlo que se hizo una vez en Rusia y se ha repetido en otros lugares nunca ha dado resultado.
También ha demostrado la experiencia que el aumento de los impuestos a los ricos, aunque suele estar bien visto por los pobres porque piensan que ese dinero se lo van a dar a ellos, no disminuye la desigualdad y lo que produce por el contrario, es la emigración de capitales.
Enrique Gómez Gonzalvo, 18-12-2022, Referencia 626