BAJA NATALIDAD E INMIGRACIÓN EN EUROPA

                             

La Unión Europea tiene actualmente dos problemas tan graves que afectan a su supervivencia y que parece son incapaces de resolver.  Son la baja natalidad y la inmigración.

Una sociedad sin niños nos augura una sociedad triste, llena de ancianos, sin futuro, sin dinamismo  porque la fuerza  la da la juventud. Es la consecuencia de la cultura del hedonismo relativismo, de la comodidad, de que  casi está mal visto tener varios hijos,  de haberse generalizado la idea que  lo fundamental es el desarrollo profesional de la mujer aún a costa de no ser madre. Se trata de optar por  la satisfacción a corto  plazo que produce el éxito profesional frente al desarrollo humano que consigue  la maternidad.

Frente a lo anterior, las dificultades económicas tienen tienen poca importancia, prueba de ello es que esas ayudas se han prodigado en Alemania  con escaso resultado.

  La gravedad del problema no es   porque quebrará  el sistema de pensiones (que también)  sino porque  la civilización europea, de 2.000 años de  antigüedad, puede dejar de existir.

La  política demográfica  y la familia deberían ser  el centro de la política, mucho  antes que el cambio climático o la protección de seres vivos en peligro de extinción que propugnan los ecologistas.

El segundo problema  es  la inmigración. Al otro lado de nuestras fronteras hay millones de personas esperando entrar. Su entrada en España, y lo mismo sucedería en los demás países europeos, compensaría la falta de los   250.000 niños anuales que nos hacen  falta para el reemplazo generacional, pero lo determinante para la política de inmigración debe ser la capacidad de integración.

En  Europa ya hay  más  de 20  millones de musulmanes concentrados especialmente en Francia, Alemania, Holanda y el Reino Unido.  Estos  inmigrantes, a diferencia de los  procedentes de otros países, no solo no son capaces   de integrarse sino que  la segunda generación es más conflictiva  que la primera y la tercera peor que la segunda.  En  ciudades como  París, Londres  y Bruselas  hay  barrios que se han transformado en verdaderos guetos en los que  no entra la policía,  con mezquitas en los garajes y los sótanos  y en los que se ha impuesto la sariá.

 Esta falta de integración  es debida a que el  Corán  es incompatible con la sociedad  europea, no admite la separación de la Iglesia y del Estado,   discrimina a las mujeres y  ordena matar al infiel.  Ellos no quien ser Occidente y, donde tienen mayoría, establecen una teocracia.

Esto lo vio claro  Ornella Fallaci. Enferma de  cáncer, poco antes  morir dijo que Europa tenía  que elegir entre seguir siendo Europa o convertirse en Eurabia y  rezando en dirección  a La Meca.  El neoyorkino residente en Europa  Bruce Bawer,  recientemente ha publicado un libro titulado Mientras Europa duerme,  donde afirma que   el islamismo radical está destruyendo Europa desde dentro.

Afortunadamente, en el caso de España, disponemos de la posibilidad de  inmigrantes de los países hispanoamericanos, cuya integración, por razones  históricas y lingüísticas, es facilísima.

          Enrique Gómez Gonzalvo 8-12-2022 Referencia  382


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