Rusia con sus 134 millones de habitantes, algo menos de la mitad que los Estados Unidos, es el país más extenso de la tierra. Con 199 etnias diferentes predominan los eslavos que son el 70 % de la población, pero también hay muchas gentes con rasgos mongoloides debido a la proximidad de Asia y a que los mongoles estuvieron allí más de 300 años. El último bastión fue Crimea que no se incorporó al imperio ruso hasta 1783 en tiempo de Catalina La Grande. Quizá será por eso que todavía hablan del peligro amarillo.
Tanto la catedral de San Basilio, mandada construir por Iván el Terrible en 1550 como la catedral del Salvador, construida en 1883 para conmemorar la derrota de Napoleón y arrasada por Stalin, han sido reconstruidas tras el comunismo. Más milagroso que ese restablecimiento es que, después de 70 años tan terribles de una persecución encarnizada y sistemática con campañas en contra de la religión y a favor del ateísmo, están ahora las iglesias más llenas que en Europa occidental y con más vocaciones de monjes y nuevos sacerdotes habiendo tan poca juventud. De los 134 millones de rusos, 70 se consideran creyentes.
Al caerse el mundo soviético, los rusos han vuelto a las tradiciones de la Rusia de siempre que son las de la Iglesia ortodoxa porque Rusia y la Iglesia ortodoxa son lo mismo y no se puede concebir una Rusia sin ella. Así van adquiriendo el orgullo de su historia, que no es la del comunismo, sino la de la época anterior.
Algunos dicen que las babushkas (abuelas), al margen del estado y de forma ilegal, fueron el canal para recuperar la fe. Como en el estado soviético las
mujeres tenían que trabajar en la calle igual que el hombre, los hijos los dejaban en la guardería infantil y cuando se cerraba iban a casa con la abuela. Era ella la que les recordaba las cosas más elementales de la fe ortodoxa e iba transmitiendo a los niños conocimientos de algunas fiestas como la Navidad o la Pascua de Resurrección que los adultos no podían ni siquiera nombrar. Sea así o de otra manera, la realidad es que la religión se mantuvo dentro de la familia y a escondidas.
La huella dejada por 73 años de comunismo tardará tiempo en desaparecer. Muchos psicólogos rusos consideran que lo más patente que ha quedado de la revolución bolchevique ha sido la «mentalidad de homo sovieticus” es decir, la predisposición a la uniformidad y a ser dirigidos por un «líder fuerte e incontestable». Esto último lo estamos viendo actualmente con Putin y la invasión de Ucrania.
Aunque Rusia es el segundo exportador de petróleo del mundo, después de Arabia Saudí y el primero de gas, no ha despegado económicamente y la productividad es baja. La razón es que falta la mentalidad empresarial y las secuelas del comunismo no se han corregido. Es la falta de respeto a la propiedad, no estar mal vista la corrupción, no está desarrollado el sentido de responsabilidad, actitud despectiva en el trato a los clientes, falta de ética en el trabajo y como decían los polacos: el estado hace como que nos paga y nosotros hacemos como que trabajamos. No han aprendido a usar la libertad.
La esperanza de vida es 13 años menor que en España en los varones y 9 en las mujeres; se debe fundamentalmente al alcoholismo, a la peor asistencia sanitaria y a los accidentes de trabajo. La evolución de la población es negativa. Hay una alta emigración entre otros países a Israel, que actualmente tiene millón y medio de rusos. Al año salen 300.000 rusas que terminan la mayoría en la prostitución.
Enrique Gómez Gonzalvo, 25-10-2022, Referencia 610