¿Cuándo comenzó a ocurrir que los habitantes de esta nación perdimos la más elemental autoestima y adquirimos un extraño complejo de inferioridad y de auto conmiseración? ¿Comenzó tal vez con la Leyenda Negra? ¿Estalló en el siglo XIX? ¿Fue con la crisis del 98? ¿Es culpa de la cruel guerra civil 1936-39? ¿De los cuarenta años de franquismo? Se trata quizá de una tara del sistema educativo que olvida hablar de lo que ha sido y es España o es que hemos contraído un gen que nos convierte en cenizos.
Seguramente este complejo de inferioridad se gestó en el siglo XIX cuando los peores reyes de nuestra historia (Carlos IV y Fernando VII), cayendo en la suprema ignominia, le ofrecieron la corona española a Napoleón mientras el pueblo llano luchaba y derrotaba a su poderoso ejército en Bailén, y más tarde en Arapiles expulsándolo de España.
Lo peor vino tras la Guerra de la Independencia. Fue la imagen que nos formamos de nosotros mismos: nos veíamos como un pueblo inferior, reaccionario, al margen de la modernidad europea, lleno de curas carcas. Para los progres, Napoleón traía a España la modernidad y el liberalismo. Pero… ¿cuando un dictador puede representar la libertad!
Todos juntos empujaron a la clase política y a la opinión pública a la liquidación del sistema de la Restauración, dando paso a una dictadura (Primo de Rivera), a una República y finalmente a la Guerra civil y a otra dictadura. Pero esas cosas ocurren en todos los países. Hemos olvidado, por ejemplo, que en Francia las guerras de religión del siglo XVII, ocho en total de 1562 a 1598 entre católicos y calvinistas, que allí se llamaban hugonotes, fueron terribles, basta recordar la Noche de San Bartolomé. No nos acordamos que en EE UU la Guerra de secesión de 1861 a 1865, produjo 1.030.000 bajas, el 3 % de la población, porcentaje superior a la Guerra civil española y que elpueblo alemán, tan culto él, aceptó el nazismo y fue responsable del holocausto.
Un observador imparcial, por el contrario, pensará que somos un pueblo alegre ytrabajador, escasamente violento en la actualidad y, en muchos sentidos estupendo. Con dos mil años de civilización romana, cristina y europea a las espaldas, la duodécima potencia económica del mundo, con un alta renta per cápita, una calidad de vida excelente, un sistema de protección social que aún se sostiene. Tenemos un clima benigno, una gastronomía extraordinaria, un patrimonio artístico y monumental entre los dos o tres más importantes del mundo. La industria turística es poderosísima, la red de infraestructuras excelente, las instituciones antiquísimas empezando por la propia Monarquía. Un país, en fin, plenamente integrado en la Unión Europea, el euro y en todas las instituciones internacionales habidas y por haber.
A pesar de todo lo anterior nuestra autoestima continúa baja y ahora más que nunca, algunos bastantes, quieren dejar de ser españoles, son los separatistas a los que se han unido la extrema izquierda.
Dos generaciones de catalanes y vascos han sido educadas en el odio a España y nuestra izquierda muestra, en el mejor de los casos, indiferencia a la nación y a sus símbolos.
Enrique Gómez Gonzalvo, 11-10-2022, Referencia 8