Los imperios son grandes construcciones políticas que, tras el periodo de expansión, producen la integración de las nuevas estructuras. Entonces se inicia un largo periodo de paz con crecimiento demográfico, prosperidad y mejora de los medios de comunicación con la construcción de calzadas, ciudades y acueductos. Es lo que ocurrió con el Imperio romano y con el Imperio español en América.
Conseguir unir bajo una figura supranacional muchos pueblos de distintas culturas y religiones que, viviendo a pocos kilómetros de distancia, no habían interactuado nunca es difícil. Esto se consigue cuando se integra a las antiguas élites dirigentes, se las dota de toda clase de estructuras y se crea prosperidad de forma que reciben más que lo que dan. Solo ha sucedido dos veces en la historia: con el Imperio romano y con el Imperio español. Los que conquistaban antes de Roma no hacían calzadas, ni ciudades ni acueductos y, después de España, tampoco.
El imperialismo, que no tiene nada que ver con el imperio, es casi sinónimo de colonialismo sobre todo en los casos de Gran Bretaña y Francia durante el siglo XIX. En aquella época las potencias occidentales decían que necesitaban colonias como fuentes de materias primas y como mercado de exportación, sin embargo todas mejoraron a medida que se fueron desprendiendo de sus colonias porque las economías subsidiadas siempre han sido un pésimo negocio.
El término imperialismo tiene una carga claramente negativa pues cuando lo utiliza la izquierda lleva implícito una condena moral, ya que para ella todo proceso de expansión es moralmente condenable lo que no tiene que ser siempre cierto. Pensemos que vivir en Numancia, luchar constantemente contra las tribus vecinas sería muy desagradable y los romanos nos trajeron acueductos, leyes, calles asfaltadas y una paz duradera.
El colonialismo fue un fenómeno social equivocado. Para la sociedad europea de la época las colonias solo eran un vehículo para hacer más ricas las metrópolis y cincuenta años después de su instauración, ya en 1960, se vio que habían sido un mal negocio. El precio de las materias primas no se podía controlar y los pobres nunca fueron un buen mercado para la metrópoli.
El mejor socio comercial de Francia no fueros sus colonias sino Alemania. El mejor de Estados Unidos fue Japón, no los países pobres. Donde quiere vender el rico es en un país capitalista, no en uno pobre.
Enrique Gómez Gonzalvo, 24-09-2022, Referencia 605.
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