Monarquía y República, sin más precisiones, son conceptos teóricos que nada tienen que ver con la democracia, las libertades, el nivel de vida, la prosperidad, etc. Hablar de la Monarquía hispánica es casi como hablar de España y, como sucede también con el Vaticano, no se pueden separar fácilmente las luces y las sombras. Con sus 2.000 años de historia, aunque algunos reyes no lo merezcan, la institución si merece un respeto.
El principio monárquico no es en absoluto racional. Intelectualmente es difícil que uno sea monárquico porque, por poco que se piense, parece cuando menos disparatado que el Jefe del Estado sea siempre de la misma familia y que además, en la Monarquía absoluta, sea el depositario de la soberanía nacional y ejerza la acción de gobierno, bien directamente o nombrando un primer ministro que en los Austrias menores se llamaban validos.
Todo cambia en la Monarquía Constitucional en la que la primera autoridad del Estado no es el Rey sino las Cortes Generales, la verdadera depositaria de la soberanía nacional mientras que el Rey representa la unidad nacional y la Historia de España. Su papel es moderador y arbitral entre los diversos poderes del Estado (legislativo, ejecutivo y judicial).
Su labor ha de ser transparente. No puede ser un poder fáctico. No puede maniobrar para cesar a jefes de gobierno que no le caen bien. No puede hacer de embajador comercial y, si realiza alguna gestión ante otros jefes de estado o de gobierno, no puede cobrar comisiones.
El rey y la familia deben ser un ejemplo. Su fuerza está en la moral. La privacidad no es como la de un ciudadano común porque no es un ciudadano normal. Además de persona es una institución y, en él, la persona y la institución se confunden. No tienen vida privada, todo en ellos es público.
Las ventajas de la Monarquía son numerosas. Todas las acciones que debe realizar un monarca constitucional, al no estar condicionado por pertenecer a un partido las puede llevar a cabo mejor que un presidente de la República. Guardando cierta semejanza con el Papado, las Monarquías todavía conservan un cierto aire mítico e irracional. Es el “Dios salve a la Reina” del Reino Unido. En el caso de España ningún presidente de una República española, en ninguna reunión de Jefes de Estado y de Gobierno, se hubiera atrevido a decirle a otro Jefe de Estado “¡por qué no te callas!”. Algo tendrá cuando persiste en tan países tan cultos y desarrollados como los países nórdicos, el Reino Unido, etc.
En sus dos siglos de vida entre nosotros, desde las Cortes de Cádiz, hemos tenido de todo: reyes buenos y malos; episodios malos y buenos dentro de un mismo reinado; calamidades por tener un rey y calamidades por echarlo.
La Monarquía reinstaurada por Franco en la persona de don Juan Carlos I no debería ser juzgada por su legitimidad de origen, sino por su fidelidad al conjunto del pueblo español y por su papel de escudo en defensa de las libertades. En la actualidad se se le tiene simpatía a la institución porque representa la unidad de España.
Enrique Gómez Gonzalvo 30-08-2022 Referencia 51