La identidad cultural española se formó en tiempos de Roma y, alcanzó tal intensidad, que absorbió a los godos y resistió la cultura árabe. No hay otra nación cuya conciencia de continuidad sea tan antigua.
El concepto de Hispania es muy anterior y superior a Castilla, Cataluña, Andalucía, Galicia, León y Aragón. España nació en el siglo VI con los visigodos, resistió la invasión islámica y reforzó su unidad con los Reyes Católicos y con la guerra de la Independencia.
Gracias a esa identidad política y cultural cuando fuimos invadidos y conquistados por los árabes, una civilización muy inferior a la nuestra, logramos expulsarlos tras una lucha que duró 800 años porque perduraba el recuerdo del Estado visigodo, nos unía la fe en el apóstol Santiago y persistía el “nosotros” frente a “ellos” los musulmanes. Por eso, cuando un reino cristiano estuvo en peligro como le ocurrió a Castilla en el año 1212, acudieron a la batalla de las Navas de Tolosa todos los reyes cristianos para derrotar a los almohades, la nueva horda musulmana que había llegado de África.
Tras la Reconquista, España nuevamente romana y cristiana, con sus 6 millones de habitantes (5 la Corona de Castilla y 1 la de Aragón) descubrió, conquistó y colonizó todo un continente.
Como sujeto político, la Nación española nació en las Cortes de Cádiz, el 12 de marzo de 1812, al igual que la nación francesa lo hizo en 1789. Aquél día se aprobó en la ciudad de Cádiz, sitiada desde hacía dos años por las tropas francesas, la primera Constitución española.
A pesar que la Constitución comienza “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” por primera vez se marca con claridad la separación entre la Iglesia y el Estado. Afirma que la nación española es la “reunión de los españoles de ambos hemisferios” que “no es ni puede ser propiedad de ninguna familia o persona”, que “la soberanía de la nación radica en el pueblo y no en sus soberanos”.
España pasó así de ser una nación de súbditos a una de ciudadanos. Se va del absolutismo a la monarquía parlamentaria, con cierta división de poderes y se reconocen los derechos de los individuos: la igualdad ante la ley, la propiedad, la libertad de expresión y la inviolabilidad del domicilio.
Los que aprobaron esta Constitución se oponían tanto a la invasión francesa como al absolutismo. Se dieron a sí mismos el nombre de “liberales”, exportando el término a todos los idiomas.
Mientras en Cádiz se aprobaba la Constitución, Fernando VII, re tatarabuelo de Juan Calos I y su padre Carlos IV se arrastraban a los pies de Napoleón. Tanto los reyes como gran parte de la nobleza, de la Iglesia y del ejército rivalizaron en cobardía y mezquindad, no solo se rindieron a los franceses, sino que persiguieron, encarcelaron y hasta excomulgaron a los patriotas.
La UNESCO ha reconocido que es en España donde existe «el testimonio documental más antiguo del sistema parlamentario europeo». Se trata de las Cortes de León de 1188, un cuarto de siglo anterior a la Magna Carta inglesa.
Enrique Gómez Gonzalvo, 28-08-2022, Referencia 33