Los políticos españoles hablan de naciones, nacionalidades, sentimiento nacional, nación de naciones, plurinacionalidad, federaciones, etc. Los independentistas catalanes dicen que ellos son una nación y que quieren formar un estado. Sus amigos, los comunistas de Podemos están de cuerdo y, lo que es peor, el Gobierno social comunista de Pedro Sánchez parece que también. En Europa no comprenden nada. Ellos saben que España, como Francia y otros países, es una nación de las más antiguas del mundo.
Antiguamente se consideraba nación a toda comunidad de personas unidas por vínculos de lengua, cultura, religión, historia, raza y que vivían en el mismo territorio.
En el concepto moderno, la nación no es un entecultural sino político y ninguno de los conceptos del párrafo anterior tiene importancia. Así hay naciones que tienen varias lenguas (Suiza: francés, alemán, italiano), diversas religiones (Alemania: católicos y protestantes), distintos antecedentes históricos (las fronteras cambian con frecuencia: las de Europa actuales no se parecen en nada a las de la Primera Guerra Mundial), varias razas (como EE UU).
La nación es un conjunto de individuos que se consideran soberanos de la tierra que ocupan y desean vivir en comunidad bajo unas normas que ellos mismos se han dado que es la Constitución.
La nación se constituye en Estado, que es una construcción jurídica, para organizarse políticamente con el fin de protegerse de los enemigos exteriores e interiores, quitarles el miedo, darles seguridad y conseguir que la convivencia sea posible mediante el estricto cumplimiento de las leyes, la igualdad ante la ley y la independencia de los jueces, protegiendo los derechos de las minorías.
El Estado se arroga el monopolio de la violencia y para ello dispone de la policía y de las fuerzas armadas, que están a disposición del gobierno constitucional, que tiene la legitimidad para usarla, pero siempre bajo el imperio de la ley pues de lo contrario sería una dictadura.
La nación persiste, pero el estado puede sufrir toda clase de transformaciones. Así los españoles fuimos provincia romana, independientes en época visigoda, multitud de reinos tras la invasión árabe, federados esos reinos con los Austrias, unificados tras el Decreto de Nueva Planta con los Borbones, después república, otra vez monarquía restaurada, otra vez república, otra vez dictadura y por último otra vez monarquía, esta vez constitucional.
También el estado-nación puede desaparecer, como ha ocurrido numerosas veces a lo largo de la historia. Unas veces será por conquista por otra potencia extranjera y otras por demolición interna o por suicidio, cuando falta el deseo de vida en común.
Enrique Gómez Gonzalvo, 25-08-2022 (Referencia 18)