Cuando nos sentimos amenazados, cuando tenemos miedo por un peligro real o imaginario, por ejemplo si vemos que una persona nos sigue por la calle, se produce una brusca liberación de cortisol, (no confundir con el colesterol). Es la llamada hormona del estrés y la supervivencia que prepara a nuestro organismo ante la nueva situación para la defensa o el ataque. Y cada vez que se repita esta situación, incluso al recordarla, se volverá a elevar el cortisol.
La elevación del cortisol aumenta la frecuencia cardiaca y respiratoria, sube la tensión arterial, dilata las pupilas, eleva la glucosa en sangre, aumenta el flujo sanguíneo al sistema muscular y, de alguna forma, desconecta la corteza cerebral no enterándose muy bien de lo que ocurre en el entorno salvo la situación de peligro.
Si la elevación del cortisol es permanente, la elevación de la tensión arterial también lo será y además aparecerán signos y síntomas muy diversos como dolores de cabeza, de estómago, dolores musculares, de cuello, sensaciones de falta de aire, nerviosismo, irritabilidad, insomnio, dificultad de concentración y de aprendizaje, depresión, etc. Son mensajes para que sepamos que algo anormal sucede en nuestro organismo.
Además de en las situaciones de miedo, también se eleva dicha hormona con facilidad en esa personas “sufridoras”, siempre preocupadas por algo, en estados de alerta de amenaza, y en las perfeccionistas eternamente insatisfechas porque nada nunca está a la altura de sus expectativas. También en esas personas obsesionadas por no perder un minuto de su tiempo. Además está bien visto que uno diga no tengo tiempo, tengo prisa, estoy muy liado. En cambio al que dice que le sobra tiempo, se le juzga negativamente.
La sobreexposición a las pantallas y a las redes sociales, tan frecuente en los jóvenes, y el seguimiento continuado de malas noticias también eleva el cortisol.
El recuerdo del pasado provoca miedo, melancolía y depresión. No liberarse del pasado y de las experiencias negativas sube el cortisol y favorece la depresión. El futuro genera miedo, ansiedad y estrés. Lo mejor es vivir el presente. Sonreír, recordar las experiencias positivas y superar las heridas de pasado, eleva la serotonina y la occitocina, la hormona del amor y la confianza y baja el cortisol.
En resumen, el cortisol disminuye con el ejercicio físico, con pensamientos positivos y sobre todo controlando el estrés. En la alimentación muy beneficioso el omega 3, abundante en el pescado.
Y…el esposo, novio, compañero o lo que sea no debe olvidar que el mejor ansiolítico es un abrazo.
Enrique Gómez Gonzalvo 16- 08-2022 (Referencia 585)