En Europa los partidos socialistas se han despojado ya de las supersticiones del marxismo. Unas veces gobiernan solos, otras alternan el poder con los conservadores, democristianos o liberales o se integran en coaliciones con esa misma derecha, pero siempre su conducta está presidida por la tolerancia. Nunca pactan ni forman coaliciones con comunistas, fascistas y autoritarios de toda clase- militaristas, ultranacionalistas, fanáticos religiosos- ni con los que no creen en la democracia ni en la alternancia democrática en el gobierno.
Su proyecto es fundamentalmente económico. Creen, equivocadamente, que la libertad económica (lo que ellos llaman despectivamente los mercados) crea desigualdades sociales perjudicando a los más desfavorecidos, pero han renunciado a la revolución, a cambiar el modelo económico de Occidente.
No es este el caso del Partido Socialista Obrero Español. Ya en 1933, al perder las elecciones frente a la derecha, el moderado Largo Caballero se radicalizó, se bolchevizó y cuando Stalin le dijo que moderara el aspecto externo de la revolución le contestó: la institución parlamentaria no goza entre nosotros de gran predicamento. En uno de sus mítines afirmó “nuestro objetivo no es sólo la revolución española, sino la revolución mundial, la dictadura proletaria en todos los países”.
Finalmente prepararon un golpe de Estado contra la República, que eso fue la Revolución de Asturias. Indalecio Prieto organizó organizó el alijo de armas para crear el llamado Ejército rojo de Asturias, que llegó a tener 30.000 milicianos, hecho por el que pidió perdón al final de su vida en Asturias al pueblo español.
En el comienzo de la Transición, el Partido Socialista de Felipe González abandonó el marxismo y adoptó una línea socialdemócrata a semejanza de los partidos europeos, que permitió la Constitución de consenso de 1978.
Con Zapatero, nuevamente el Partido socialista se radicalizó mostrando un discurso antidemocrático, guerra civilista, antinacional y radicalmente contrario al régimen democrático de la transición y siempre anteponiendo los intereses del partido a la defensa de la nación. Promulgó unas leyes ideológicas, como la Ley de memoria histórica o la Ley de educación para la ciudadanía que deberían haber sido derogadas cuando perdieron las elecciones.
Pedro Sánchez, en lugar de haber elegido ser como un partido socialdemócrata europeo normal y enlazar con el socialismo de Besteiro, prefirió el Frente Popular de la República con el socialismo de Largo Caballero y de Indalecio Prieto. Por ello en lugar de pactar con el centro derecha, que era su aliado natural, lo ha hecho con los comunistas de Podemos de carácter revolucionario, los comunistas de Izquierda Unida, los comunistas de Bildu y los separatistas catalanes porque, aunque quieran romper España, para Sánchez lo fundamental es echar a la derecha.
Enrique Gómez Gonzalvo, 19-07-2022, Referencia 86