No hay nada más importante que la política, afecta a todos los actos de nuestra vida y al bienestar o desgracia de mucha gente. A ella se deberían dedicar los hombres más valiosos de la sociedad porque la actividad política necesita líderes intelectuales y hombres de acción.
Lo más importante, en la política, es la batalla cultural e ideológica porque al final son las ideas las que mueven la historia. Si la derecha gestiona mejor que la izquierda es porque tiene mejores ideas, porque las ideas de libertad, de la sociedad abierta son mejores que las de control y de estatalismo. Por el contrario, si se piensa que la vida carece de sentido, que no hay principios morales y que todas las culturas son buenas se puede llegar a los campos de concentración o campos de exterminio.
Tener categoría personal e intelectual no es suficiente para ser un buen político, como tener estudios no supone una superioridad moral y ni siquiera intelectual. Los dirigentes políticos deben ser ante todo valientes, defender sus principios con valor y sin complejos sus principios no deben estar regidos por el relativismo sino por la ética, por las ideas del bien y del mal.
Los partidos de izquierda se consideran, sin motivo, dotados de un supremacismo moral de forma que ellos son los buenos y los partidos de la derecha representan el egoísmo. En las campañas electorales tienden a aprovecharse de la irracionalidad del ser humano y excitar los sentimientos, pasiones y emociones, especialmente el miedo, la rabia y la indignación, que todos llevamos dentro, en lugar de acudir a argumentos racionales.
Los políticos populistas representan un enorme peligro. El populismo no es una ideología, puede ser de extrema derecha, de extrema izquierda o nacionalista, es una estrategia para alcanzar el poder. Consiste en prometer un futuro esplendoroso con torrentes de felicidad y bienestar a sus crédulos seguidores. Todos prometen realizar las demandas de la ciudadanía de forma inmediata mediante el aumento desmesurado de impuestos y del gasto público. Atribuyen sus males a “la explotación capitalista”, “al patriarcado”, al “machismo”, a “la casta política” a “determinadas razas”. Hay políticos muy honestos, pero no se debe olvidar que todo político, hombre o mujer, lleva dentro un pequeño déspota. Lo que ocurre es que ocurre es que las personas que ocupan un alto cargo durante un tiempo prolongado, en política o en el sector empresarial, cambian en el modo de pensar y de comportarse. Se muestran con frecuencia como personas ególatras y sedientas de poder ¿Qué le ha cambiado desde entonces? «Es el propio poder», hubiera respondido el historiador que acuñó la expresión «el poder corrompe; el poder absoluto lo corrompe absolutamente
Enrique Gómez Gonzalvo 3-07-2022 Referencia 295