Los animales saben lo que tienen que hacer siguiendo sus instintos, pero el ser humano, al ser libre, es impredecible y necesita normas de conducta. Sin ellas la convivencia pacífica no sería posible y la vida del hombre sería solitaria, desagradable, aburrida y sobre toda corta porque, al ser un animal social, precisa vivir en sociedad. Esas normas son necesarias tanto en el plano internacional, como en el nacional, local, empresarial e incluso familiar, para que vivamos pacíficamente.
Algunas de ellas existen por cortesía o buena educación, pero otras, son las normas morales que no se deben a la intervención de un ser sobrenatural sino al proceso evolutivo, por eso triunfaron las que eran beneficiosas para la supervivencia. Algunas de ellas ya existían en los seres que nos precedieron en el proceso evolutivo, como los chimpancés y los que viven en sociedad, en manada, y, si algún miembro las transgrede, es expulsado del grupo y normalmente fallece.
Entre las normas morales, hay algunas como las que se refieren a la poligamia, la homosexualidad o la bisexualidad, que son diferentes en cada cultura, pero las importantes, como el no matarás, son universales.
Las normas que son de obligado cumplimiento reciben el nombre de leyes. No son un fin en si mismo sino un medio para conseguir la convivencia. Tienen el respaldo de la autoridad, que para ello dispone del monopolio de la violencia. Todo el mundo reconoce que son imprescindibles excepto los anarquistas.
Hay una ley suprema en todos los países civilizados que es la Constitución. Según el concepto que se tiene de la naturaleza humana hay dos tipos de constituciones políticas. Una viene de Rousseau y otras de Locke.
Rousseau creía que el hombre nacía bueno, pero la sociedad lo corrompía y, en cuanto había una diferencia entre dos personas, la mejor situada se aprovechaba. Unos años antes Locke había observado que los que se arrogaban la representación de la sociedad, no importa que su origen fuera unas elecciones un golpe de Estado o una guerra, tendían a abusar de su poder y que no haya sociedades que desconozcan la ambición, o , al menos, no está documentado. Por esto, porque el hombre es por naturaleza egoísta y en cuanto tiene poder abusa de él, el poder hay que dividirlo, fragmentarlo y además vigilar estrechamente al poderoso.
En 1787 los americanos siguiendo los principios de Locke proclamaran su Constitución y aquello funcionó hasta hoy.
En 1791 los franceses proclamaron una Constitución que seguía los principios de Rousseau y le dieron el poder a Robespierre. Pasaba por ser buena persona, un hombre justo y compasivo hasta el punto que le apodaron el Incorruptible, pero cuando se encontró con un poder absoluto, pensó que si él era bueno los que no estaban de acuerdo con él serían los malos. Con el poder que le daba la Constitución, prácticamente lo habían hecho dictador, mandó a 22.000 personas a la guillotina.
Locke nos llevó a la democracia liberal y Rousseau a los campos de concentración.
Enrique Gómez Gonzalvo, 16- 06- 2022, Referencia 612