En el siglo XIX, siguiendo la teoría evolucionista de Darwin, se aceptaba que a lo largo de la historia tribus exitosas habrían suplantado a pueblos menos dotados hasta llegar a su desaparición. Se pensaba que la evolución conduciría a que los grupos más aptos, los de origen caucásico, dominarían a los pueblos primitivos y salvajes. Estas ideas llegarían al paroxismo, unas décadas más tarde, con el nazismo hitleriano en Alemania.
Se hablaba de la pureza racial. Se creía que las ciencias naturales de la época habían “demostrado” que las razas que se mezclaban degeneraban. El mismo Ortega decía que los visigodos, por haber perdido la fuerza y el vigor propio de su raza, habían producido en España una sociedad más degenerada que las de otros países europeos.
Estas ideas justificaban la colonización, puesse partía partía de la base que la civilización auténtica era la europea, la única que había alcanzado un nivel superior en ciencia, en tecnología y en política. Además tenían la obligación de civilizar al resto del mundo, en el que aún había pueblos en la Edad de Piedra, llevándoles la modernidad y la verdadera religión y haciendo desaparecer el salvajismo.
Así legitimaban la violencia cultural y física sobre pueblos que describían como seres semi-humanos o cuasi-humanos o, en último término, no tan humanos como el hombre blanco. De esta forma calificaban a los africanos negros, los esclavos de las plantaciones americanas, los aborígenes australianos, los malayos, los pigmeos, los nativos coloniales y las mujeres en general.
Considerar que la sociedad debe estar formada por grupos nativos homogéneos y que el que es diferente supone un riesgo a la convivencia es un error y un rechazo a la globalización. Todos somos distintos a todo el mundo, pero la convivencia de los desiguales es posible y necesaria.
Las ideas racistas a penas arraigaron entre los españoles que nunca tuvieron prejuicios raciales a lo largo de la historia. Ya no los tuvieron contra los judíos, muy numerosos durante la Edad Media, pues España fue el país de toda Europa en el que mejor se integraron y su expulsión fue provocada por problemas religiosos, pero no raciales. Tampoco hubo racismo con los pobladores de las nuevas tierras descubiertas por Colón. Los descendientes de indígenas o de mestizos en la mayoría de los países hispanoamericanos representan el 70-80 % de la población y en Méjico el 90 %, cuando en Estados Unidos no llegan al 1 %.
Enrique Gómez Gonzalvo, 14-06- 2022, Referencia 565