Los enemigos históricos de España han sido Marruecos y Francia. Ya los Reyes Católicos, mediante políticas matrimoniales con Portugal con la Casa de Habsburgo de Austria y con la Casa de Tudor de Inglaterra, intentaron aislar a Francia políticamente.
Posteriormente, Carlos I y Francisco I de Francia rivalizaron por la supremacía de Europa. Cuentan los cronistas que, preguntado el Rey de Francia sus relaciones con Carlos I, contestó: mi primo y yo estamos de acuerdo en todo, los dos queremos Milán.
El rey francés llegó a ser prisionero del palacio de los Lujanes en Madrid, donde el pueblo de Madrid le tiraba lechugas. Liberado caballerosamente por nuestro rey, siguió guerreando contra él.
De las diversas versiones que tiene la Leyenda Negra, la francesa ha sido la más perversa, más que la holandesa que la alemana luterana que la inglesa anglicana y que la italiana.
La instalación en Madrid de la dinastía borbónica en 1700 cambió radicalmente nuestras relaciones con el país vecino y, con el nombramiento de Felipe V, nieto de Luis XIV, como rey de España nos convertimos en un protectorado francés.
La nueva monarquía española produjo el afrancesamiento de las élites políticas e intelectuales e hicieron suya las mentiras de nuestros enemigos, causando unos estragos tremendos. Miles de españoles, entre los que se encontraban gran parte de la clase dirigente, políticos de todos los partidos, altos funcionarios, diplomáticos, militares, estaban encantados que España fuera pupila de Francia.
Desde el siglo XVIII, muchos europeos y demasiados españoles asociaron a la idea de España conceptos como decadencia, fracaso, anomalía, excepcionalidad y comenzó una relación conflictiva de buena parte de las élites españolas con su propio país que culminó con el levantamiento popular del 2 de Mayo.
Estas ideas hispanófobas se extendieron también por Hispanoamérica y tuvieron mucho que ver con la debilidad de los Estados que surgieron de la disolución del Imperio español y con la cadena de resentimientos que generaron.
En épocas recientes, tras la muerte del general Franco, los presidentes franceses más antiespañoles fueron dos vinculados al centro-derecha: el liberal Valery Giscard d’Estaing (1974-1981) y el gaullista Jacques Chirac(1995-2007).
Leopoldo Calvo-Sotelo, presidente del Gobierno español, en sus memorias enumeró los desplantes y las ofensas de Giscard al rey Juan Carlos y a Adolfo Suárez. De sus vanidades cabe destacar dos producidas en la preparación de su viaje oficial de 1978: la exigencia de la concesión del Toisón de Oro y la apertura de la Puerta de los Leones del Congreso de los Diputados. Lo que se llamó entonces «síndrome de Luis XIV», le llevaba a mirar a la nueva España democrática casi como si fuera un protectorado.
Giscard perjudicó a España en dos asuntos. En la lucha contra ETA permitió que los etarras se refugiaran en Francia, donde disponían de campos de entrenamiento y desde donde cobraban sus chantajes, y el veto a la adhesión al Mercado Común. Solamente cambió esta actitud en la época de Aznar y Sarkozy.
Afortunadamente la situación ha cambiado y las relaciones España Francia en la época actual son inmejorables. Francia es el primer cliente de España, su tercer proveedor y el segundo inversionista en nuestro país. Consume la tercera parte de nuestras exportaciones de frutas y verduras y más de 200.000 camiones españoles cruzan Francia cada año sin problemas, cargados de productos hortofrutícolas.
Enrique Gómez Gonzalvo, 26-05-2022, Referencia 554