Ortega decía “España es el problema y Europa la solución”. No es verdad. No ha habido ni hay un problema eterno, metafísico que se llame España. No tenemos una anomalía de la que carezcan las demás naciones. Como todos países España tiene problemas que van cambiando con el tiempo, pero España en si misma no es un problema, como no son un problema Francia o el Reino Unido.
España no fracasó porque terminara su imperio. Lo extraordinario es que, con una extensión inconcebible, durara más de 300 años.Tras una época de esplendor entró en decadencia y aquello se terminó.
El imperio inglés se acabó y nadie habló del fracaso de Gran Bretaña. Menos duró el imperio napoleónico y nadie habló tampoco de fracaso. Todas las estructuras políticas terminan y nadie sabe lo que vendrá después.
Tras la guerra de Cuba, España llegó al máximo endeudamiento del 127 % de su PIB porque además de su deuda tuvo que pagar las de Cuba, Puerto Rico y Filipinas. En 1911 consiguió bajar el endeudamiento al 75 % del PIB y se siguió hablando del fracaso español.
Parece que la única guerra civil que ha habido en el mundo ha sido la española.
Guerras civiles han habido en todas partes. En el continente europeo hubo dos gigantescas, con millones de muertos y por ello la civilización europea no fue condenada. Hubo guerras civiles en Francia y por eso no son cainitas. Lo que si ocurre solamente entre nosotros es que ante cualquier cosa que nos desagrada o nos molesta se le echa la culpa a España diciendo: es que en este país…
“Este país” somos nosotros y cada uno es responsable de sus actos. Por echar la culpa a España no nos descargamos de nuestra responsabilidad y no nos colocamos por encima del bien y del mal.
Como todos, tenemos una historia muy difícil, con sus guerras civiles, pronunciamientos, dictaduras, pero en la historia hay que aceptar lo bueno y lo malo. No somos un país perfecto porque ninguno lo es. Somos un país muy diverso con republicanos, monárquicos, ateos, creyentes, catalanes, castellanos, gallegos, vascos, pero tenemos la voluntad de vivir juntos los que somos distintos. Se demostró durante la Transición.
La autoflagelación, la introspección, la crítica continua, no conduce a ninguna parte. El deseo de estar cambiando siempre todo y volver a empezar ocurre especialmente en esa izquierda que no cree ni en España ni en los valores occidentales.
Enrique Gómez Gonzalvo, 21-05-2022, Referencia 560