Lo que está ocurriendo en Cataluña con el intento de secesión no hay indicios que haya ocurrido en ninguna parte del mundo. La Generalidad, que es una parte del Estado, está en rebeldía frente al Gobierno central, no cumple la Constitución de 1978, no cumple las sentencias del Tribunal Constitucional, pide abiertamente la independencia y el ejecutivo es incapaz de parar ese golpe separatista, pues anuncia una y otra vez que volverá a proclamar la República catalana.
Pero a ese Gobierno regional, que recibe el apoyo del Gobierno del Estado, le falta lo principal: el apoyo de la mayoría. En encuestas recientes el 53% de la población se manifestaba partidaria de la permanencia en España frente al 39% que declaraba lo contrario.
Una nación, estructura política o como se le quiera llamar que tiene una antigüedad de 2.000 años, 7 siglos como provincia romana, 2 como estado visigodo, 8 para echar a los musulmanes y recomponer un reino cristiano unificado y 500 años en su estructura actual con una de las primeras constituciones del mundo, es difícil de destruir.
Cataluña no se distingue en nada del resto de España, absolutamente en nada, salvo en la bagatela fonética, por lo que es complicado fabricar una identidad nacional sobre la base de la nada. Por eso han intentando conseguirla fomentando el odio a España y a los españoles contando con la participación de los medios audiovisuales, generosamente subvencionados.
La lengua propia de Cataluña y de los catalanes no es el catalán, es el español. Es la lengua en la que se han comunicado durante la mayor parte de su historia, especialmente los de la región metropolitana de Barcelona y de la franja costera que posee como epicentro el municipio de Tarragona. Pero el conflicto no va de lenguas, sino de derechos individuales mancillados. Es el derecho de todos los españoles a utilizar en toda España el idioma oficial del Estado que es el español y que esa lengua le permita acceder a la función pública y a los miles de puestos de trabajo que dependan de gobiernos regionales.
Todo el disparate del “próces” va a quedar reducido a una fractura insólita e innecesaria en la sociedad catalana, que se extenderá al resto de España por la humillación sufrida de tanto haber oído aquello de “España nos roba”. Puigdemont y los iluminados que le rodean pasarán a la Historia como los causantes de un conflicto inútil porque Cataluña no dejará de ser España.
Enrique Gómez Gonzalvo 19-05-2022 (Referencia 668)