Normalmente pensamos que, basándonos en razones objetivas y lógicas., votamos racionalmente lo que consideramos más apropiado para nosotros y para la sociedad. Tenemos la impresión que los que no votan como nosotros es porque están equivocados, han sido manipulados, se han dejado llevar por corrientes de opinión o, simplemente, no tienen un buen criterio.
El cerebro humano no suele funcionar con mucha coherencia, al menos el del hombre-masa. El profesor Facundo Manes decía que la toma de decisiones, la mayoría de las veces, está guiada por las emociones. Que tenemos esquemas mentales que no tienen nada que ver con la evidencia, con la verdad sino con nuestra historia y con las experiencias previas. En definitiva que los humanos somos básicamente seres emocionales.
Es verdad que la razón y la emoción son inseparables e intervienen conjuntamente en la toma de decisiones y también en el sentido de nuestro voto, pero como casi siempre el componente emocional se impone al racional. Es decir, que no se vota con la razón sino con la emoción. Por ello el socialismo, con su utopía solidaria es más atractivo que el liberalismo ilustrado y atrae más fácilmente a votantes de escasa formación. Así se explica que en España, un país sin convicciones comunistas y el que tiene mayor proporción de casas en propiedad, el partido que más tiempo lleva gobernando desde la instauración de la democracia sea el Partido socialista, actualmente en coalición con los comunistas de Podemos, los comunistas de la ETA y los comunistas separatistas de Cataluña.
No tienen razón los optimistas antropológicos que suelen caer en la candidez de considerar que la gente se equivoca porque le faltan datos o porque los datos que conoce no son acertados. La poca variación que hay en el sentido del voto se debe a que las decisiones que se han tomado por razones emocionales, no se pueden eliminar con métodos racionales, harían falta motivos emocionales. A ello hay que añadir que la naturaleza humana es gregaria de forma que el individuo se siente más seguro adoptando la misma decisión que su entorno. Ocurre como con la moda, en la que la probabilidad que los individuos la adopten se incrementa con la proporción de quienes ya lo han hecho.
Esto explica que en la Argentina de los años 40 se repetía aquella frase “aunque sea un ladrón, votamos a Perón”. No entendían hasta que punto se jugaban su porvenir y el de sus hijos.
Enrique Gómez Gonzalvo 7-05-2022 Referencia 553