
La globalización no es una ideología, no es una utopía, no pretende destruir la sociedad y reemplazarla por otra. La globalización es la apertura de fronteras para el intercambio de mercancías, de capitales, de tecnología, de conocimientos, de bienes y servicios. Se basa en el hecho que la libertad económica ha conseguido elevar el nivel de vida de los pueblos. Occidente solamente despegó cuando este hecho se produjo a finales de la Edad Media y, en los países que no la han imitado como ha ocurrido en el mundo árabe, el crecimiento todavía no se ha iniciado.
El intercambio comercial es en si mismo una fuente de riqueza pues permite que cada individuo o país consiga beneficios produciendo aquellos productos en los que es más competitivo, satisfaciendo a su vez las necesidades del comprador. En ese intercambio, ambas partes comprador y vendedor salen beneficiados. El precio de los productos no lo fijan los burócratas que nos gobiernan, lo establece el mercado, los millones y millones de consumidores. Pero ese intercambio exige una condición: transparencia para evitar los monopolios y la corrupción.
Además de mayor eficiencia económica y de la eficacia que representa para conseguir la paz, la globalización es una exigencia del derecho a la libertad que tiene el ser humano. Todos deben tener la posibilidad de prosperar y, trabajando intensamente y cumpliendo la ley, llegar hasta donde su talento y suerte se lo permitan e integrarse en esa amplia clase media que en EE UU representa el 80 % de la población.
Los enemigos de la globalización son los del comercio y de la libertad, como los multimillonarios de extrema izquierda, los que como el papa Francisco ven con malos ojos a los que se hacen ricos a través de los intercambios comerciales, los demagogos que para ganar las elecciones dicen aquello de “yo estoy con la gente, no con los mercados”, los que por envidia dicen que la libertad económica crea desigualdades sociales, etc.
Para todos ellos la globalización es cosa de EE UU, de las grandes multinacionales, de los neoliberales, es decir de los malos. Dicen que favorece a los países ricos, lo que no es verdad, pues los países más favorecidos han sido los del Tercer Mundo, especialmente China e India. Puede ser que aumente las diferencias entre ricos y pobres dentro de cada país pero, si consideramos el mundo como una aldea, la diferencia entre sus habitantes es cada vez menor.
Enrique Gómez Gonzalvo. 30-04-2022Referencia 41