
Todos deseamos prosperidad para cada uno de los miembros de nuestra sociedad. Que todos disfruten de un excelente sistema sanitario y educativo, que tengan pensiones y salarios lo más elevados posibles. Y que vivan en una comunidad culturalmente vanguardista, respetuosa con el medio ambiente, solidaria con los más necesitados, con una vivienda adecuada y que no haya pobreza ni en nuestro país ni en el mundo.
La izquierda cree que nuestros problemas se solucionan con la intervención del Estado. Si hay un problema, por ejemplo con el precio del alquiler de la vivienda, se promulga una ley limitando su cuantía y ya está. Que el fracaso escolar es elevado, pues que se pueda pasar de curso con suspensos.
La solución definitiva sería un sueldo vitalicio a cada español desde el momento de su nacimiento. No hay que esforzarse ni en el estudio ni el trabajo. Para eso está el Estado y vivimos en Occidente. “La vida es de color rosa, coño” que diría Bermejo, aquél ministro de Zapatero.
El problema es que todos los servicios hay que pagarlos. Como ricos hay pocos no hay más remedio que pague la clase media a través de los impuestos, pero la experiencia demuestra que así se ahoga el crecimiento económico y sin crecimiento no hay tarta. Además “como el dinero público no es de nadie”, aumenta la corrupción.
La derecha ilustrada sabe que prosperidad e igualdad son objetivos incompatibles, que si hay igualdad no puede haber prosperidad, que en los Estados Unidos hay prosperidad pero no igualdad. Y, sabe también, que lo que conduce al bienestar es la prosperidad no la igualdad.
Para alcanzar el bienestar colectivo hay que reducir el intervencionismo estatal a la mínima expresión. Que sea la propia sociedad y no los políticos y los burócratas los que se hagan cargo de esos servicios tan esenciales como la educación, la sanidad o las pensiones. Que solo quede en manos del Estado lo que no se pueda traspasar, como la defensa nacional y poco más. Que el dinero, como dijo Pizarro donde mejor está es en el bolsillo de los españoles. Eso es lo que han hecho los países en los que la mayoría de las personas viven como confortables clases medias.
El mundo en que vivimos es el mejor de todos los mundos posibles, se puede corregir y mejorar, pero el gobierno no puede gastar más de lo que ingresa sin que al final sobrevenga la catástrofe.
Los atajos de la izquierda no sirven.
Enrique Gómez Gonzalvo, 28-04-2022 Referencia 485