
El hombre es por naturaleza un ser social, la única especie que ha conseguido vivir en unidades sociales complejas.
Una persona aislada, sin ningún contacto con con ningún otro ser humano no desarrollaría ni el lenguaje verbal ni el de signos y no tendría el desarrollo humano. Su pensamiento sería parecido al del chimpancé. Para sobrevivir necesita el grupo social que le ahuyente el miedo y le haga sentirse seguro. Por eso surgió la tribu, la familia, las sectas, las religiones, los sindicatos, los partidos políticos y hasta los equipos de futbol. Y, como el cerebro del hombre no ha cambiado, sigue necesitando vivir en sociedad.
La vida en sociedad origina muchos problemas porque, al disponer de mayor libertad, nuestra conducta es muy variable. Percibimos el mundo real de la misma forma a través de los sentidos, pero el cerebro de cada uno de nosotros interpreta esas percepciones y visiones del mundo exterior de forma diferente dependiendo de la situación emocional en ese momento y de nuestras experiencias anteriores.
Esa diversidad puede ser causa de discusiones e incluso de actos violentos. Esde manual de psicología que las rivalidades o animadversiones se enconan de manera particular entre parientes, vecinos, colegas; es decir, entre las personas más próximas. En la práctica, los motivos más frecuentes suelen ser la posesión de alimentos, el territorio, el sexo y el status social.
Para evitar las peleas hemos desarrollado la inteligencia emocional, que es la capacidad de reconocer nuestras emociones y las de los demás y la llamada inteligencia social que es la que nos permite conectarnos con los demás y desenvolvernos en comunidad.
Mediante la empatía cognitiva sabemos lo que el individuo que tenemos delante siente o piensa. Y mediante la empatía afectiva sentimos lo que esa persona siente (compasión, sufrimiento, etc.). En la mayor parte de las personas ambas formas de empatía caminan de la mano, pero en otros casos se presentan aisladas.
En los narcisistas, psicópatas y en los que sufren trastorno límite de la personalidad, es baja la empatía afectiva (no son compasivos ante el dolor ajeno), pero muy elevada la empatía cognitiva (se dan cuenta de los puntos débiles del contrario, lo que aprovechan para su beneficio, por lo que son sumamente peligrosos).
El dinero y la estancia prolongada en el poder reducen la empatía afectiva y se vuelven más insensibles ante el dolor ajeno.
Enrique Gómez Gonzalvo, 21-04-2022, Referencia 547