
La izquierda, que tiene como eje fundamental en su ideología la defensa de la igualdad económica, al ser furiosamente igualitaria considera el capitalismo y la democracia como sistemas intrínsecamente perversos.
Marx, que fundamentalmente era un filósofo, reducía la historia del hombre a la economía. Solo le interesaban los temas económicos, es lo que él llamaba la concepción materialista de la historia. Consideraba que el precio, lo que determina el valor de las cosas, es el tiempo empleado por el trabajador, por lo que la plusvalía que se la apropiaba el dueño de los medios de producción era un robo al proletario.
La solución que proponía consistía en suprimir el comercio, el dinero y la burguesía, si era necesario mediante la violencia. Se autoproclamó el hombre providencial que aboliría para siempre la explotación del hombre por el hombre. Él, con sus teorías terminaría con el tiempo del Mal, vendría la salvación de los pobres y la eternidad del Bien, es decir, el cielo en la Tierra. Lo recoge en un verso La Internacional “es el fin de la opresión”.
En el fondo Marx tuvo la tentación luciferina de “ser como Dios”, para mandar sin límites y crear un hombre nuevo, sin más leyes que su voluntad y sin el menor respeto a la libertad.
La corriente moderada del marxismo, propuso la combinación de ambos sistemas, capitalismo y socialismo. Con una intensa intervención del estado en economía, sin conseguir la igualdad total, se garantizaría la satisfacción de las necesidades mínimas. Es la llamada socialdemocracia, a lo que ellos llamaron Estado de bienestar.
Nadie discutió, y menos la derecha, que el Estado atendiera las necesidades mínimas de los más desafortunados, pero ocurre que, conforme la conciencia buenista se afirmaba, cada vez se atendían más necesidades precisando impuestos más elevados. Una vez que se ha decidido que es de justicia que el Estado cubra tal o cual necesidad, por extravagante que sea, no hay circunstancia económica adversa que disculpe dejar de satisfacerla. Si las subvenciones y las ayudas sociales siguen subiendo, se puede llegar al punto que, a los que reciban tantos ingresos, no les compense trabajar.
A base de incrementar una y otra vez los derechos a todo el mundo y subir los impuestos para poder atenderlos, ya no bastó esquilmar a los ricos, se hizo necesario saquear la clase media. A esa gente que, gracias a su ahorro y a su esfuerzo, logró salir un día de la pobreza.
Los nuevos contribuyentes no entienden que, además de pagar sus propios servicios sociales, tienen que pagar los de otros ciudadanos, que, a su vez, necesitan menos esfuerzo que el que ellos precisaron para conseguirlos.
Esta es la razón del fracaso también de la socialdemocracia.
Enrique Gómez Gonzalvo, 7-04-2022, Referencia 216