
Tarradellas en el año 1981, en una carta dirigida al director de la Vanguardia cuyo original se guarda en los archivos del monasterio de Poblet, advirtió que surgirían problemas muy graves porque el Sr. Pujol, utilizaría el victimismo contra el Estado, que nos llevaría a la confrontación y a la ruptura interna de Cataluña creando una dictadura blanca que sería peor que la roja.
Pujol y su banda de Convergencia se envolvieron en la bandera catalana en el mayor caso de corrupción que ha habido en Europa, tanto en la oriental como en la occidental. Solo los ladrones son capaces de robar tanto y solo un hombre niño, infantil, fanático e inmaduro puede pensar que es bueno dejar de pertenecer a un país en el que vivieron sus padres, sus abuelos y todos sus antepasados desde hace 2.000 años. Su lengua es hablada por más de 500 millones de personas y su acervo artístico el más importante del mundo.
Toda la argumentación para conseguir la independencia se basa en un montón de mentiras y en dar una imagen de España totalmente distorsionada y falsa.
Carentes de escrúpulos, aprovechando las emociones y los sentimientos de las personas, consiguieron que parte del electorado votara un proyecto político que solo beneficia a los que detentan el poder. Pero si el separatismo ha ido ganando terreno es porque la izquierda se ha puesto a su servicio, especialmente desde la época de Zapatero y se ha acentuado con el actual gobierno social comunista de Pedro Sánchez. Ambos, cuando dicen que “han de negociar con los catalanes” se refieren a los independentistas, como si los demás no existieran.
También la respuesta de los catalanes no independentistas ha sido insuficiente, como ocurrió con el pueblo alemán ante Hitler, porque, como dijo Edmund Burke «lo único que se necesita para que triunfe el mal es que los hombres buenos no hagan nada».
Les ha funcionado muy bien el complejo del charnego, que consiste en que los hijos de los inmigrantes, a pesar de ser ciudadanos de segunda o precisamente por eso, quieren hacerse perdonar su origen haciéndose nacionalistas, aunque no les servirá para nada porque, para ellos, siempre serán charnegos.
El nacionalismo es una forma de racismo. Los que creen que pertenecer a un determinado país, nación, raza o religión es un privilegio, un valor en sí mismo y que se de son superiores a los demás, están equivocados.
Se creyó durante la Transición que cambiando las estructuras del Estado y dando determinados instrumentos de autogobierno se les podría calmar. Esto es desconocer la naturaleza del nacionalismo y de los procesos totalitarios. No se conoce ningún ejemplo de déspota que se detenga a base de concesiones.
Enrique Gómez Gonzalvo 19-03-2022 Referencia 570