
El imperio español ha sido el más grande en extensión y duración de todos los imperios que han existido en Occidente. Que un conjunto de pueblos tan diversos, de distintas razas y en varios continentes fueran perfectamente integrados en una unidad política, no había ocurrido nunca en la historia si exceptuamos el Imperio romano. Ello fue posible porque aquellas tierras no eran de España, eran España, no eran colonias, eran virreinatos.
La verdad es que para ser una especie de tontos que habían tenido suerte, como los consideraba la Leyenda Negra, además de suerte algo debieron hacer bien.
Una unidad política tan gigantesca era imposible mantener. Lo anormal no es que todo aquello desapareciera sino que se construyera y que durara tanto tiempo porque lo natural del ser humano es que busque el refugio en la tribu, en el campanario huyendo de lo desconocido.
España ya estaba cansada del Imperio, le estorbaba, ya no lo quería más. El Imperio le venía grande. Floridablanca, ministro del rey ilustrado Carlos III ya había hecho planes formales para su fragmentación. Si se hubieran llevado a cabo, las independencias se habrían producido de otro modo. La idea era que salieran sólo cuatro países, que los virreinatos se convirtieran es estados independientes y no en más de veinte naciones
El deseo de independencia no provino de los indígenas, que fueron los que más perdieron con la segregación, sino de los criollos. Había también muchos intereses internacionales para que el Imperio español no fuera capaz de generar unidades políticas estables y poderosas. El proceso de independencia, que duró 23 años, se apoyó en la Revolución francesa, en el Imperio napoleónico, en la Ilustración y en los Estados Unidos de América.
La fragmentación produjo guerras fronterizas y división entre criollos, indígenas y mestizos, empobrecimiento y perdiendo la influencia de los antiguos virreinato. Su nivel de vida era superior al de muchos países europeos, especialmente en lo que hoy es Cuba, Argentina, Venezuela y Uruguay.
Para Roca Barea, la inferioridad moral asumida por todos esos países y la relación perversa con su historia y su pasado, como está ocurriendo actualmente con López Obrador en Méjico, es lo que ha impedido la creación de Estados fuertes y sólidos.
Tras la independencia, Méjico perdió una parte importante de su territorio que pasó a depender de los Estados Unidos y a los indígenas que había allí se les comunicó que habían perdido su territorio y se tenían que marchar. Sánchez Obrador les tendría que pedir perdón.
Enrique Gómez Gonzalvo 19-02-2022 Referencia 539