
Muchos franceses, alemanes e ingleses que vienen con frecuencia a España de vacaciones, aunque viajan en carreteras mejores que las suyas, comen mejor que en su país, beben mejor, duermen mejor, ven que el arte está bien conservado y tienen una asistencia sanitaria cuando la necesitan mejor que la que tendrían en su tierra, siguen pensando que España es un país inferior al suyo.
Todos tienen la misma visión de España porque todos han recibido la misma educación, han estudiado la misma historia, que es la que escribieron ellos y, sobre todo, siguen la Leyenda negra que ellos inventaron.
Como no se le podía achacar a España, como a todos los imperios, una inferioridad económica o militar, le cayó el prejuicio de la inferioridad moral que se extendió a los países del sur de Europa por su condición de católicos, aunque sin llegar a la ferocidad que siguieron contra España porque era el buque insignia del catolicismo.
Todo esto fue muy injusto. España dejó tras de sí en América un inigualable patrimonio de universidades, catedrales, palacios, vías de comunicación, puertos, fortalezas, hospitales. El número de mestizos y de indígenas en el momento de la emancipación era superior al que encontraron a su llegada y en algunos países llegó al 80 % del censo, a pesar de la terrible mortandad que provocaron los gérmenes patógenos transportados inadvertidamente desde Europa.
En cuanto a la terrible Inquisición española, la verdad es que únicamente condenó a la hoguera a 59 mujeres entre los siglos XVI y XIX y en el otro gran país católico, Italia, fueron apenas 36 las que siguieron similar suerte. En los muy humanitarios y civilizados países protestantes del Norte, se estima que unas 50.000 mujeres fueron despachadas por idéntico y salvaje método. La última bruja condenada en Europa no perdió la vida en ese bárbaro país llamado España como sería de esperar, sino en la tolerante, maravillosa, confederal y bucólica Suiza. Era una pobre señora llamada Anna Göldi y fue decapitada por los herejes el 18 de junio de 1782.
Los líderes políticos e intelectuales de nuestro país, al no luchar contra este tipo de falsedades aceptaron la depedencia, la subordinación, la sumisión, el servilismo, la esclavitud y el vasallaje de los países del Norte y en general de los países protestantes con respecto a los católicos del Sur.
Se fue imponiendo la idea que las gentes del norte eran trabajadoras, virtuosas, ahorradores, merecedores de toda confianza y respeto, en contraste con las del Sur, lo que no es verdad. No existe en ningún país europeo un solo rasgo en cuanto a humanidad, caridad, cultura, erudición, tolerancia en el que estén por encima de España.
Enrique Gómez Gonzalvo 7-02-2022 Referencia 538