
No creyendo en espíritus, dioses, magos, curanderos, ángeles o demonios, es evidente que el cerebro, que es materia, en múltiples situaciones puede generar vivencias espirituales.
Las experiencias espirituales son muy variadas. Son experiencias espirituales los éxtasis místicos de Santa Teresa de Jesús que los describió como contactos con la divinidad o con ángeles y que, según afirmaba, se acompañaban de un intenso estado de bienestar y felicidad.
También lo son los éxtasis o trances que experimentaban hace miles de años los chamanes. Estos hechiceros, curanderos, sacerdotes o guías espirituales del Paleolítico, mediante técnicas activas (la música, la danza, el sufrimiento) o técnicas pasivas (el ayuno), entraban en un estado durante el cual, según decían, se ponían en comunicación con antepasados de la comunidad o con seres espirituales y, a su regreso, predecían el futuro, los mejores lugares de caza y curaban enfermedades.
Parecida a la descripción que hizo Santa Teresa de sus éxtasis místicos es la que hizo Dostoievski de los episodios que sufre uno de los protagonistas, el príncipe Mishkin, en “El Idiota”. Los neurólogos afirman que Dostoievski lo que describió fue la llamada epilepsia extática del lóbulo temporal, que no produce convulsiones ni pérdida de conocimiento, pero sí momentos de emociones muy intensas.
Episodios análogos a los “viajes” de los chamanes se pueden producir ingiriendo determinadas drogas alucinógenas que se encuentran en hongos, plantas y arbustos. También en situaciones de privación sensorial, como ocurre con estancias prolongadas en el desierto (como ocurrió con algunos fundadores religiosos) o en caso de barcos perdidos en alta mar. Ocurre porque el cerebro está hecho para procesar información y cuando no la tiene, la crea para poder seguir vivo. Lo mismo tiene lugar en algunos casos de daño cerebral.
También se pueden provocar artificialmente por estimulación eléctrica o magnética transcraneal en determinadas zonas del cerebro.
Todos estos casos tienen en común una hiperactividad de las estructuras cerebrales pertenecientes al llamado sistema límbico o cerebro emocional.
Esta misma hiperactividad puede explicar lo que nos relatan personas que han esta a punto de morir, pero que espontáneamente o por intervención médica, vuelven a la vida. Nos dicen que han tenido la sensación de haber avanzado por un túnel hacia una luz blanca al fondo, que la identifican como el cielo, y siempre como una experiencia muy placentera. Los neurólogos lo explican por la anoxia (ausencia de oxígeno) que se produce y por la multiplicación de las endorfinas (inhibidoras del dolor).
Algo parecido ocurre con la autoscopia, que es aquella situación en la cual la persona siente como se desdobla su personalidad y una segunda persona se eleva en el espacio desde donde observa a la primera persona que está extendida en el lecho. Lo interpreta como que el alma, a punto de morir, sale del cuerpo y cuando la persona vuelve a la vida, esta segunda persona vuelve a la primera. Se puede reproducir experimentalmente estimulando una pequeña zona entre el lóbulo temporal y el occipital, que existe solo en humanos. Dependiendo de la intensidad con que se estimula esta parte del cerebro, será la longitud del desplazamiento.
Enrique Gómez Gonzalvo 23-01-2022 Referencia 490
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