
Un país no puede olvidarse de su historia, de sus señas de identidad, de sus tradiciones buenas y menos buenas, de sus personajes históricos. No puede avergonzarse de lo que hicieron nuestros antepasados, porque ellos… somos nosotros.
Uno tiene que querer a su país tal como es, no como desearía que hubiese sido y nunca fue. Esta es la diferencia entre un nacionalista y un patriota. El patriota ama a su país, pero no sueña con una España ideal e idealizada que nunca jamás existió en la realidad. Eso lo deja para los nacionalistas.
Nadie debe avergonzarse de que sus antepasados estuvieran con Franco porque, al principio, media España lo estuvo y con el tiempo llegarían al 70 %. Renegar de ello es como no reconocer a la madre que lo trajo al mundo.
No se trata de defender la Dictadura. La Guerra civil la anunció Largo Caballero en un mitin en Linares el 20 de enero de 1936: “La clase obrera debe adueñarse del poder político, convencido que la democracia es incompatible con el socialismo y, como el que tiene el poder no ha de entregarlo voluntariamente, por eso hay que ir a la Revolución”.
El general Franco no quería la rebelión, y se hacía de rogar, por lo que le llamaban “mis Canarias”. Consideraba que la guerra estaba perdida y solo se decidió cuando mataron a Calvo Sotelo, porque prefería morir en el campo de batalla que no asesinado delante de su familia.
La historia no es opinable, porque los hechos no lo son, pero ahí están los datos. Terminada la guerra, tras una primera época de autarquía, a partir de los años 60 se produjo un espectacular desarrollo económico y, tras la muerte de Franco, los franquistas trajeron la democracia, pues la izquierda hubiera querido el socialismo. Para mantener la continuidad de España, su prosperidad y su integración en Europa, los diputados franquistas supieron desmontar todo aquel tinglado y, teniéndolo todo, se hicieron el harakiri y se marcharon a su casa. ¿Cuándos diputados de las actuales cortes lo harían?
Pasado franquista lo han tenido por lo menos la mitad de los políticos actuales. Adolfo Suárez, el que trajo la democracia a España, fue Ministro Secretario General del Movimiento, el partido único de la Dictadura. Juan Luis Cebrián, el histórico director del diario El País fue director de informativos de Televisión Española en el gobierno de Arias Navarro, el último gobierno de Franco. Los abuelos de Zapatero, tres estuvieron en el bando nacional y uno en el republicano. Otros, como los antepasados de Pablo Iglesias no era franquistas, eran terroristas del FRAP o chekistas.
Si tuviéramos en España una democracia madura, trataríamos mejor a nuestros personajes históricos y aceptaríamos los monumentos de todos los que han formado parte de nuestro pasado. Napoleón, que en sus guerras murieron o quedaron inválidos un tercio de los jóvenes franceses, está enterrado con todos los honores a un kilómetro de la Torre Eiffel en el centro-centro de París (Les Invalides) y un Arco del Triunfo conmemora sus “gestas militares” que mejor sería llamarlas atrocidades.
Pero, ¿quién no ha sido dictador en la historia de España o de cualquier país europeo?
Enrique Gómez Gonzalvo 14-01-2022 Referencia 493