Afrancesados se llamaba a los españoles que en la época de la Guerra de la Independencia, avergonzándose de la historia de España que la consideraban un perpetuo fracaso, admiraban a Francia siguiendo la leyenda negra. Pensaban que, asumiendo el discurso francés, no solo no perjudicaban a su país sino que le ayudaba a progresar y salir de la barbarie, pero ni España estaba tan atrasada ni el progreso que vendían los franceses era tal.
Se llamaban a si mismos liberales, pero no tenían nada que ver con los de la Constitución de Cádiz, que terminaron en el exilio o en prisión, ni con los ilustrados como Jovellanos que sí se enfrentaron al despotismo del rey felón.
Se creían mejores que los demás, que ellos se parecían a los europeos y que estaban muy por encima de sus conciudadanos moral e intelectualmente. Ellos no eran España, se consideraban fuera de España, pero por encima, así declinaban toda responsabilidad en lo que pudiera haber de malo en nuestra historia.
La izquierda los ha defendido siempre y se ha empeñado en mostrarlos como los potadores de la modernidad. Para ellos eran los representantes de la España ilustrada, progresista, europea y liberal, frente a un pueblo obstinado y cerrado secularmente a Europa que puso a Fernando VII en el trono.
¿Cómo podían ver en Napoleón a un portador de la libertad si era un dictador, tanto en su propio país como en los que había conquistado? Su proyecto era una forma despótica de gobierno que había sido superada por las revoluciones inglesa y norteamericana y, por supuesto, por el proyecto liberal y nacional de las Cortes de Cádiz.
Napoleón terminó derrotado en España, pero los afrancesados han continuado hasta hoy. Afrancesados fueron los de la Generación del 98, los que querían cambiar ‘el ser de España’, cosa que nadie sabe lo que significa. Afrancesado fue el que pasa por ser el intelectual más importante del siglo XX Ortega y Gasset, cuyo pensamiento se resume en su estúpida frase “España es el problema y Europa la solución”.
Afrancesado es el miserable Fernando Trueba que, al recibir en el año 2015 el Premio Nacional de Cinematografía en presencia del ministro, afirmó: “hubiera preferido que la Guerra de la Independencia la hubieran ganado los franceses”. Afrancesado fue el ministro que no lo despidió “a patadas”. Afrancesados fueron también los absolutistas que desde Bayona felicitaban a Napoleón por sus victorias en España.
Enrique Gómez Gonzalvo 8-01-2022 Referencia 518