
La Unión Europea ha proporcionado a nuestro continente el periodo más largo de paz y prosperidad que ha conocido a lo largo de su historia, pero numerosos problemas han impedido que se haya llegado a una unión política y que, en la práctica, la Unión haya quedado limitada a un club de negocios franco alemán.
El problema más grave es la inmigración, sobre la que existen graves divergencias, y ha hecho resurgir la extrema derecha en varios países sobre todo en Francia con el Frente Nacional. Para muchos europeos equiparar las civilizaciones cristiana e islámica es un error, el multiculturalismo una utopía y por cuestiones demográficas, como dijo Oriana Fallaci, Europa se puede convertir en Eurabia, una provincia del Islam. Ya hay barrios en algunas ciudades europeas, controlados totalmente por musulmanes, en los que no entra la policía.
Tampoco se ha establecido una política económica común y una disciplina fiscal y, al haber seguido los países del sur (fundamentalmente España, Italia y Grecia) una política de despilfarro y de endeudamiento, se producirán graves desequilibrios. En el caso de España el problema es más grave por la presencia de comunistas en el gobierno, mal visto en general por los demás países de la Unión.
No es una cuestión menor el supremacismo de la Europa del Norte sobre la del Sur, de lo protestante sobre lo católico, de lo anglosajón sobre lo latino. PIGS es el acrónimo peyorativo en inglés con el que en medios anglosajones se refieren en la Unión a Portugal, Italia, Grecia y España.
Si culturalmente Europa sigue siendo una potencia, políticamente es irrelevante. Mientras no tenga un ejército, una diplomacia y una política común, no pintará nada en el mundo. Dado su antiamericanismo latente y su negativa a participar más activamente en la defensa común, las relaciones con Estados Unidos en materia militar son difíciles.
Con el paso del tiempo ha ido calando entre la población el difuso sentimiento que la Unión no es más que un ineficiente y molesto aparato burocrático, ajeno a los problemas de la gente. Ese ha sido el caldo de cultivo ideal para que la enfermedad nacionalista haya vuelto a reproducirse.
Cuando las cosas van a bien, los responsables políticos de cada país, pretenden que el mérito sea suyo y cuando las cosas van mal la culpa irremisiblemente es de “Europa”, de la Unión Europea o sencillamente de Bruselas, a la que se hace responsable de la crisis, de los recortes, de la eliminación de las subvenciones, por lo que el sentimiento a favor de la Unión va disminuyendo.
Muchos gobernantes tienden a difundir una imagen victimista de su propio país, diciendo que a ellos les iría mucho mejor, si no fuera por las imposiciones de tales o cuales instancias supranacionales. También existe la tendencia histórica a criminalizar a los extranjeros, etc.
Enrique Gómez Gonzalvo 30-12-2021 Referencia 510